viernes, 16 de enero de 2015

We create our reality.

Érase una vez una clase de literatura universal formada por un profesor –como toda clase debe de tener− y sus catorce alumnos. Llegados de unas largas –cortas para otros muchos− vacaciones se sumergían en el mundo de los libros. Mientras uno de ellos mantenía su imaginación con vida, luchando contra piratas junto con el mismísimo Peter Pan, el resto vivía en la realidad, manteniendo su atención en la nueva lectura de aquel trimestre: El Jugador, escrita por Fiodor Dostoievsky.

Quedaba poco para tocar la sirena que indicaba el cambio de clase cuando el profesor les mencionó dos citas de este escritor ruso para que reflexionaran sobre ellas.

El hombre de Vitruvio, Leonardo da Vinci
"El hombre es un misterio, hay que resolver el misterio y si uno pasa la mayor parte de su vida intentando resolver el misterio: no dirán que ha perdido el tiempo."
(Carta a su hermano, 1839)

Desde el inicio de los tiempos hemos tratado de averiguar preguntas básicas para el ser humano. Las preguntas esenciales de la vida se repiten generación tras generación: cuál es el sentido de la vida, el bien, el mal, la muerte, el dolor... en definitiva, qué es el ser humano y cómo puede ser feliz. En nuestro mundo actual estas preguntas siguen teniendo vigencia, pero tal y como menciona Dostoievski, todo aquel que intente encontrar respuestas a estas preguntas no está perdiendo el tiempo.
Cualquiera podría no estar de acuerdo con la cita de este escritor, podría pensar que el intentar descubrir qué es el hombre es un enigma sin respuesta, que lo importante es que existimos y debemos disfrutar de la vida lo máximo posible, porque vivir, solo se vive una vez. Ya antiguamente, desde la Edad Media, cobrando importancia en el Renacimiento, Barroco y Romanticismo, hasta llegando a nuestros días (¿quién no conoce acaso la mítica expresión “Hakuna Matata”?) está presente la locución latina Carpe Diem: aprovecha el momento, disfruta el ahora, vive el momento porque vas a morir pronto. Mucha gente pensaría esto, ¿verdad? No te compliques la vida, simplemente vívela, ¿a quién le importa el saber porque estamos vivos y las rocas no? Solo disfruta del momento. 

Pero… ¿realmente es una pérdida de tiempo el intentar resolver el misterio del ser humano?
Si retrocedemos al pasado, nos encontramos con el pensamiento del mundo griego. En aquel mundo el hombre se proponía conseguir una explicación a todos los acontecimientos de su vida, tanto a los aspectos fundamentales de su existencia como a los grandes problemas y el origen del mundo, y dicha explicación solo la encontraban en base a los dioses y a los mitos. Básicamente la actitud que reinaba en el mundo griego era ni más ni menos que una actitud mítica. Por ejemplo, el origen de la Vía Láctea según la mitología era que Hera (esposa de Zeus) al apartar de forma brusca a Heracles (Hércules) de su pecho al descubrir que este era hijo de Zeus y una de sus amantes, se creó la Vía Láctea a partir de su leche derramada. Sus explicaciones eran así, como algo tan simple que es para nosotros la lluvia hoy en día, para los griegos esto ocurría sencillamente porque el dios Zeus estaba cabreado.

No sé vosotros, pero a mí me parece un buen inicio para encontrar respuestas a nuestros enigmas. Sin embargo, poco a poco fueron surgiendo personas que se revelaron y dejaron de pensar... digámoslo así “míticamente”, para después poder utilizar inteligentemente la razón como el conocimiento y el dominio de la única realidad.

Mucho más tarde surgió la ciencia. Recuerdo como el año pasado estudiábamos al famoso método científico y sus pasos para que el problema, la pregunta, la duda de alguien llegara a ser una ley o principio. Por supuesto, tal y como nos explicó nuestro profesor, muchos resultados, conclusiones eran rechazados, pero eso no significaba la pérdida de tiempo de una persona, sino que esa hipótesis podía servir de ayuda a cualquier otro para dar con la clave de su misterio.

En conclusión, lo que quiero decir con todo esto, es que la vida del ser humano es una constante evolución. Que alguien pase su vida intentando encontrar porqués no es en absoluto un desperdicio de tiempo, sino, a mi parecer, una generosa forma de proporcionarnos a todos nueva información.

No obstante, la ciencia no es la única en busca de respuestas, también lo es la religión. La historia de Adam y Eva como explicación del origen del ser humano según el cristianismo es un buen ejemplo, pero entonces, ¿cuál es la respuesta acertada a los enigmas del hombre? Muchos de nosotros diremos que la que se basa en la realidad, descartando así la teoría de los griegos, por ejemplo.
Pero… ¿qué es real?

Sin dejar de lado a nuestro querido Dostoievsky, veamos lo que es real para él, el concepto realismo desde su punto de vista.

«Por mi parte indicaré que casi toda realidad, aunque tiene sus leyes inmutables, casi siempre es increíble e inverosímil. Y a veces cuanto más real es un hecho tanto más inverosímil parece»
(El idiota, 1869)

Lo sé, a primera vista parece todo un trabalenguas, incluso a mi misma me ha costado un tiempo comprenderlo, pero no es tan complicado como parece.
Esta cita −sacada de El Idiota, una de sus novelas más importantes− expone la realidad como algo que, a pesar de ser real, no es creíble.
Os pondré un claro y reciente ejemplo. En el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se lee: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Este fue impuesto en 1948, y aún hoy día, en el mismísimo siglo XXI, como podemos ver por el famoso atentado terrorista en París, por la muerte del director del semanario satírico Charlie Hebdo, sigue sin cumplirse dicho artículo. Y dicha noticia es tan famosa por el impacto que nos ha causado. Porque hablamos de unos dibujos contra balas. Porque claro que la ofensa contra el profeta Mahoma afecta a los musulmanes, pero nada justifica ni el terror ni el ataque a lo más sagrado que es la vida. Y esto es un suceso real, por mucho que nos cueste creerlo. Y es a esto a lo que se refería Dostoievsky. A que la realidad supera la ficción.


Entonces, retomando la pregunta de antes… ¿qué es real?
El otro día mi profesora de filosofía decía que lo real es lo que existe. Si no existes, no eres real.
Y esto me hizo reflexionar y concluir en que no estaba de acuerdo con ella.
Relacionamos la realidad a lo que vivimos, al día y día, a los acontecimientos que ocurren, a un caballo… pero cosas como los unicornios, el Conde Drácula, el infierno… eso lo relacionamos como irreal.
A mi modo de ver, la mayoría de la sociedad no le gusta la realidad en que vivimos. Supongo que todos tenemos esta imagen en la cabeza de cómo se supone que queremos que ocurran las cosas, cuando luego la realidad nos golpea. Como Dostoievsky declara, la realidad casi siempre es inverosímil. Problemas como que una parte del mundo vive en extrema pobreza y hambre, que de las millones de personas que viven en este mundo no encuentres a tu media naranja o simplemente tu amor no sea correspondido, que tus padres no te acepten tal y como eres, que te sientas solo y un gran etcétera. 


Y es que queridos amigos, desde que doy uso a la razón, la vida no es justa, ni tampoco perfecta. Es por esto que vivimos en busca de nuestro final feliz. Sí sí, ese final de Disney en el que el príncipe acaba besando a la princesa y comieron perdices y vivieron felices.

Y aquí va mi teoría: y es que la ficción, tal y como la conocemos, pienso que se basa en nuestras expectativas. Porque toda obra ficticia tiene algo de real en ella. Por ejemplo, cojamos a Frankenstein del canon literario. Tal y como menciona la Wikipedia (como cualquier persona haría), clasifica esta novela en el género de ciencia ficción. Todos razonaríamos esto como “los monstruos no existen”. ¿Y si os digo yo que a mí no me parece tan ficticia, sino que, al revés, para mí es muy real? El protagonista, Víctor Frankenstein, es un hombre en busca de la clave de la vida. ¿Os parece que es la única persona que ha intenta resolver el misterio de la vida en el largo trascurso de la humanidad? Y si pensamos en el “monstruo”, si nos surcamos en la lectura de esta novela, para mí Frankenstein es un personaje muy real. No es monstruo, es simplemente que tiene sentimientos. El rechazo, la soledad… ¿acaso eso no existe? ¿No es real?

Los sentimientos, en todas las novelas, películas, obras de arte,... son muy reales, dejando aparte la ficción. Cojamos la obra más famosa y ficticia que existe: Star Wars. ¿Quién no te dice que te puedes sentir identificado con Anakin Skywalker porque se unió a los sith como Darth Vader para poder salvar a su esposa Padme Amidala? Pienso que mucho de nosotros daríamos lo que fuera por amor, y a pesar de toda la ficción de esta obra como de muchas, los sentimientos son reales.


Respecto a esto me gustaría decir que me cansa esa gente que nos dicen que estamos perdiendo el tiempo leyendo esas tonterías, que nos están lavando el cerebro a nuestra generación y a nuestra sociedad. En mi opinión, aprendemos de estos libros y películas mucho más que la escuela nunca podría enseñarnos. Sinceramente, no sería la persona que soy hoy sin esas historias. La ficción puede mantener la mayor sabiduría, si la historia es lo suficientemente buena como para hacernos sentir y entender. 

Por lo tanto, a mi modo de ver, construimos historias fantásticas, nos sumergimos en estas sólo para escapar de la realidad.







Y no solo por eso me parecen reales, sino que, centrándonos en concreto en la literatura que de eso trata esta asignatura, estoy segura de que cada autor incluye una pequeña parte de su vida en sus obras. ¿Quién sabe si la razón de Shakespeare de dar muerte a todos los personajes en sus novelas tiene algo que ver por cómo le afectó su oficio en el matadero/carnicería en el que trabajó en su infancia? ¿Que no hay algo de su hijo fallecido Hamnet en su obra Hamlet? ¿Que el romance de Werther hacia Charlotte no tiene nada que ver con el que tuvo Goethe hacia la prometida de uno de sus amigos de mismo nombre? ¿Que la epilepsia que posee el protagonista de El Idiota de la novela de Dostoievsky no está inspirada en la que él mismo tuvo? ¿Que la novela El Jugador imita la grave adicción por el juego que este poseía? ¿Que al igual que Goethe, el personaje Paulina Alexandrovna está inspirado en la misma Polina Suslova y por ello el protagonista tiene el mismo carácter y sentimientos que el propio Dostoievsky? ¿Casualidad? No lo creo.

Por supuesto, decir que la realidad no es la misma para cada uno de nosotros. Cada uno la percibe a su manera. Mientras que para unos el único dios que existe es Dios padre, para otros es Alá. Mientras que para las mujeres del Decamerón el amor era algo abierto, carnal para Romeo, por ejemplo, era algo muy pasional y platónico. Mientras que para mí el cielo es de color azul para un daltónico es amarillo. Nadie se equivoca, nadie está loco, simplemente como diría Cheshire: “mi realidad es diferente a la tuya”.


Como ya he mencionado antes, la mayoría de nosotros intentamos huir de la realidad, recurriendo la ficción. Esta ha sido asignada por siglos como "falsa", sin embargo, como ya dije, la buena ficción ofrece más verdad sobre el mundo, sobre la vida, e incluso sobre el lector, que puede encontrarse en la no-ficción.






Yo sé cómo la ficción me importa, porque si quiero expresarme, tengo que inventarme una historia en mi cabeza. Algunas personas lo llaman imaginación. Para mí, no es imaginación, es sólo una forma de ver. Si hay gente que piensa que Dios es real a pesar de no haberlo visto nunca, ¿porque no iba yo a pensar que los fantasmas son reales también? Pienso que, dentro de los libros, también existe una realidad, porque nosotros aceptamos leer como si todo lo que sucediera fuera real, no leemos para juzgar los sucesos anormales, sino que leemos entregándonos a la historia. 

Esto me hace pensar en el proceso de la vida. En la infancia, cuando somos niños, todos tenemos sueños, ¿cierto? No sé vosotros, pero a mí Disney y mis libros me afectaron mucho. Me imaginaba mis historias, por ejemplo, cuando iba al centro comercial me iba a la sección de juguetes imaginándome que todos estos poseían vida. Usaba la imaginación constantemente. Estoy segura de que todos nosotros de pequeños éramos unos pequeños Don Quijotes. Y a medida que crecemos, que aprendemos, vemos viendo que todo esto no es así. Que no existen los cuentos de hadas. Que la realidad no es tan bonita como la pintan.
Y es entonces cuando empiezas a comprender por qué Peter Pan no quería crecer.




Sin embargo Peter Pan no es real, ni esto es un barco rodeado por piratas y mucho menos Nunca Jamás, así que vuelve a la realidad.



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