El
teatro, como el arte o la música, es uno de los elementos fundamentales de
nuestra civilización, ¿o si no como me explicáis que haya perdurado hasta
ahora? Sin embargo, hay muchas personas que creen que el teatro no es
importante porque hay formas más inmediatas de entretenimiento como el cine, la
televisión, etc. ¿No os resulta esto un poco debate? “¿Cual es el más
importante, el cine o el teatro?”. En mi opinión, resultaría un debate
estúpido. Al fin y al cabo, la misión del teatro y del cine es la misma:
contar una historia. Pero eso sí, que sepáis que el teatro tiene más mérito. El
teatro está vivo. Cuando ves una obra teatral, está sucediendo delante de tus
ojos, en directo, e incluso los actores pueden improvisar y eso solo lo hace
más emocionante. Pero claro, pensamos en hoy en día. Decidme, ¿a qué os invitan
vuestros amigos?, ¿a ver una película en el cine o a ver una obra en el teatro?
Y es que resulta triste que uno de los mayores artes del mundo como el teatro
se esté perdiendo por culpa de la cinematografía, y no con esto estoy diciendo
que no me guste esta última.
Es
solo que, si lo pensamos bien, el cine ha nacido del teatro. Ambos con el
objetivo de entretener, ¿pero no resulta más falso el cine respecto al teatro?
El cine te da lo que el director quiere que veas, centrando los planos, usando
efectos especiales, modificando la realidad. Resulta como más irreal; no
obstante, el teatro resulta más natural.
Y es
que, es por esto que pensamos que el teatro no está presente en nuestras vidas,
que es algo antiguo, pues vivimos en una civilización tecnológica, en una
sociedad caracterizada por una abrumadora presencia de modernos dispositivos
tecnológicos que, al igual que acortan distancias entre las personas, nos
alejan de la realidad.
Sin
embargo, el teatro está muy presente en nuestras vidas aunque no lo creamos. Al
menos en mi caso, que ya desde pequeña me sumergieron en el mundo de la
interpretación. Lo recuerdo bastante bien. Fue en un pueblo diferente al que
vivo, Gualchos, donde vive mi tía, en el que fui la protagonista ―sí, puede
resultar increíble, pero era pequeña y en aquellos tiempos mi único deseo era
llamar la atención― de una interpretación de La
ratita presumida cuando era
simplemente una niña, creo que con el objetivo de recaudar dinero para algo.
Puede sonar incrédulo, pero lo que más recuerdo de aquel momento es a mí,
vestida de ratoncita, barriendo y canturreando “Tra, lará, larita,
limpio mi casita, tra, lará, larita, limpio mi casita”; y es que según mi madre, era mi parte favorita.
Antes de que llegara el día, me pasaba el día practicando esa parte en mi casa.
El caso es que me metía en el papel, porque en ese entonces yo era muy coqueta.
Pero mi momento de
gloria terminó ahí. Me he disfrazado para el colegio en muchas ocasiones: de
pastorcilla, de faraona, de bruja… y recuerdo muchas canciones interpretadas
para el día de la Paz, de la mujer, de Andalucía y más delante de todo el
colegio organizadas por nuestro profesor de música, Nacho; pero ninguna se
asemeja tanto a lo que es una obra teatral como la de la Ratita Presumida. Tal
vez una actuación de danza sincronizada en aquellos tiempos en los que yo daba
clases de baile ―salsa en concreto―, o en el coro de navidad (que podríamos
asemejar con un musical).
Pero todo ese
atrevimiento que poseía de niña se esfumó ―no me preguntéis porqué, ni yo misma
lo sé―, pero, creo que el destino quiso darme una nueva oportunidad en primero
de ESO que, por culpa de amistades, me apunté a crear una representación de
Romeo y Julieta ―mi madre alucinando―. Simplemente deciros que aguanté
bastante. Me tocó el papel de la ama de Julieta, y claro, en esa época ni
siquiera conocía la obra, solo sabía que Romeo y Julieta se amaban, así que yo
solo memorizaba mis diálogos en casa sin entender la situación de la obra,
luego llegaba al instituto a las cinco de la tarde y, todo lo que me sabía
palabra por palabra ―os juro que tengo buena memoria― se me eliminaba por
completo del cerebro. Me quedaba en blanco absolutamente. Me convertía en tal
tomate que incluso tartamudeaba mientras leía, y yo pensaba “si esto me pasa
aquí con los que se suponen que son mis compañeros, el día que lo tenga que
hacer delante del público me da algo”. Así que sí, lo dejé con la escusa de “es
que tengo muchas cosas que estudiar, no tengo tiempo para venir ―pura mentira―”
pero la verdadera razón digamos que era mi… miedo ―no creo que fuese miedo, sino
más bien la señora vergüenza― escénico.
Pero no creo que lo
haya dejado por completo. En mi tiempo libre participo en roles por internet
que, aunque sea mediante palabras, interpreto personajes y, al igual que un
actor, siento como si llevase varias vidas. Para ser un buen actor en teatro
debes meterte en la piel del personaje y, aunque no es mi caso, lo he visto en
muchas representaciones.
Hipólito y Fedra |
La más reciente que
recuerdo haber visto fue una el año pasado, con mi clase de griego y latín,
llamada Hipólito, la cual disfruté mucho porque me encanta la mitología y esa
obra era justo eso. ¿Sabíais que ―al igual que pasa con Romeo y Julieta con el
coro al inicio de la obra― los griegos ya presentaban como acabaría la obra
desde un principio? En este caso, era la diosa Afrodita, que decía el destino
de Hipólito nada más empezar la obra, que sería su muerte por parte de su padre.
No sé vosotros, pero a mí me pareció un dato curioso. Ahora en la actualidad,
con las películas, lo que queremos de la película es seguirla para conocer su
final ―¿acaso hay alguien que no odie que le hagan spoiler?―, pero
antiguamente, el objetivo del teatro era hacer interesante una historia ya
conocida.
Y no solo sé del
teatro por la educación, también tengo unos vecinos ―solo en verano― de la
Zubia que realizan obras de teatro (Grupo Aral), pero de tema religioso, es
decir, de historia sacadas de la biblia, algo así. Sí, lo sé, muchos pensaréis “aburrimiento”
pero no exactamente. En mi caso, la biblia y yo no tenemos una conexión muy
especial que digamos, pero la forma en que interpretan es muy divertida a la
vez que didáctica. Pero, sobre todo, lo que más me gusta cuando voy a verlos,
es lo mucho que se divierten sobre el escenario, porque se nota. Hay niños
pequeños, más mayores, adolescentes, adultos, incluso de la tercera edad y todos
son como una gran familia que disfrutan interpretando.
Y si no fuera
suficiente con esto, cuando viajé a Inglaterra, pude disfrutar de un inesperado
baile en las calles de Londres, conocido como "flashmob". Tal vez este no sea uno de
los subgéneros del teatro pero, ¿y por qué no considerarlo como tal? Al fin y
al cabo, es una interpretación en tiempo real que entretiene y fascina.
¿Veis? Todo eso ―y lo que mi memoria no recuerde― en 17 años.
El teatro influye mucho en nosotros. Desde mi punto de vista, es como que la
novela describe los sentimientos, que la poseía trasmite de forma bella por
medio de las palabras y que en el teatro se interpretan, se sienten mediante
los actores. Así que, si leer “sigue estando de moda”, ¿por qué no ir al
teatro? Al igual que para un libro, puedes elegir: tragedia, comedia, musical… así
que, ¿Por qué no?
Muy bien Paula. Grandes recuerdos y experiencias.
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