lunes, 24 de noviembre de 2014

¿Quién mató a Romeo y a Julieta?

¿Quién es el responsable de la muerte de Romeo y Julieta? ¿Fueron ellos mismos? ¿Fray Lorenzo? ¿El príncipe?
Convirtiéndonos en detectives, cual Sherlock Holmes, aquí va mi versión, “¿Quién mató a Romeo y Julieta?”. Donde descubriremos quien “mató” a los famosos amantes de la trágica obra de Shakespeare.


Una mañana a últimos de noviembre de 1597, me desperté y vi a Sherlock Holmes completamente vestido, de pie junto a mi cama. Por lo general, se levantaba tarde, y en vista de que el reloj de la repisa sólo marcaba las tres de la mañana, le miré parpadeando con una cierta sorpresa, y tal vez algo de resentimiento, porque yo era persona de hábitos muy regulares.

―Lamento despertarle, Watson ―dijo―, pero esta noche nos ha tocado a todos. A la señora Hudson la han despertado, ella se desquitó conmigo, y yo con usted.
―¿Qué es lo que pasa? ¿Un incendio?
―No, un cliente. Parece que ha llegado una señorita en estado de gran alteración, que insiste en verme. Está aguardando en la sala de estar. Ahora bien, cuando las damas vagan por la metrópoli a estas horas de la noche, despertando a la gente dormida y sacándola de la cama, hay que suponer que tienen que comunicar algo muy apremiante. Si resultara ser un caso interesante, estoy seguro de que le gustaría seguirlo desde el principio. En cualquier caso, me pareció que debía llamarle y darle la oportunidad.
―Querido amigo, no me lo perdería por nada del mundo. No existe para mí mayor placer que seguirte en todas tus investigaciones y admirar las rápidas deducciones, tan veloces como si fueran intuiciones, pero siempre fundadas en una base lógica, con las que desentrañas los problemas que se te plantean.

Me vestí a toda prisa, y a los pocos minutos estaba listo para acompañar a mi amigo a la sala de estar. Una dama vestida de negro se encontraba allí en un lamentable estado de agitación, con la cara pálida y los ojos rojos ―seguramente de haber llorado―. Sus rasgos y su figura correspondían a una mujer de cuarenta años, aunque su cabello presentaba prematuras mechas grises, y su expresión denotaba fatiga y agobio. Sherlock Holmes la examinó de arriba abajo con una de sus miradas rápidas que lo veían todo.

―Buenos días, señora ―dijo mi amigo animadamente―. Me llamo Sherlock Holmes. Este es mi íntimo amigo y colaborador, el señor Watson, ante el cual puede hablar con tanta libertad como ante mí mismo. Veo que se ha fallecido un conocido suyo. Le acompaño en el sentimiento.
―¿Cómo lo ha sabido? ―dijo tomando una bocanada de aire―. ¿Es que me conoce usted?
―No, pero me he fijado en su oscuro atuendo que lleva. Se trata de simple deducción. También sé que ha venido aquí a toda prisa, a mi deducir, corriendo por su respiración agitada.

La dama se estremeció violentamente y se quedó mirando con asombro a mi compañero. Este sonrió.

―Ha acertado usted en todo ―dijo ella―. Salí de palacio corriendo hasta usted. Señor, ya no puedo aguantar más esta tensión, me volveré loca de seguir así.
―Le ruego que nos exponga todo lo que pueda servirnos de ayuda para formarnos una opción sobre el asunto.
―¡Ay! ―replicó nuestra visitante―. El mayor horror de mi situación consiste en que mi querida señorita ha muerto. Pues le explicaré desde un principio: el señor Capuleto, padre de mi señorita, organizó una fiesta. Allí, el joven apuesto Romeo interfirió en los sentimientos de mi señorita, ¡ah, sí! De nombre Julieta, muy bella. Antes de esto, he de decir que mi señorita era tan solo una niña, el gran príncipe Paris interesado en ella. Pero viendo el amor de mi señorita en sus ojos por aquel joven, que no era más que el único heredero de infame estirpe, Montesco, me compadecí de ella y decidí ayudarla a comprometerse con el joven Romeo, casándose ambos a escondidas. Yo solo quería la felicidad de mi niña, pero entonces, ocurrió el mal de los males, ¡Romeo mató a Teobaldo! Teobaldo, primo de Julieta, sangre de sangre y lo mató. Mi señorita lloraba, lloraba a lágrima suelta, y no por Teobaldo, sino por Romeo, quién fue desterrado por el Príncipe, toda una tragedia para mi niña, quien lloraba por su amor. Y no suficiente con esto, el señor Capuleto obligó a mi señorita a casarse con el príncipe Paris, quien dispuesto estaba, pero mi señorita, ocultando su amor, se negaba, pero dándole consejo de que Paris le convenía más que Romeo y yendo a confesarse a Fray Lorenzo, la señorita aceptó al matrimonio con el príncipe. ¡Pero desgracia la mía cuando el día de la boda yo fui a despertarla y muerta se hallaba! Y no solo con esto que, al día siguiente, mi señorita, derramando sangre caliente de su pecho se hallaba muerta, ¡y junto a ella muerto se hallaba Romeo también! ¡Y yo no entiendo como tal desgracia pudo suceder! ¿Por qué he vivido yo para ver esto? ¡Aciago día!
―Tranquilícese, señora. Lo único que puedo decir es que tendré un gran placer en dedicar a su caso toda mi atención. Dígame, señora, ¿a qué se debía tanto secreto entre los amantes? ¿El señor Capuleto no le permitía a su hija casarse con otro que no se tratase de Paris?
―No, mi señor. Odio, rencor, y venganza entre familias hay, Montesco y Capuleto. Su relación era imposible a ojos de estas.
―Hmm. Watson ―me llamó mi compañero, dirigiéndose hacia mí―, como de su señorita Julieta como de su amante Romeo no podemos saber, lo mejor será interrogar a los vivos. Nuestros sospechosos son: Paris, el señor Capuleto y Fray Lorenzo.
―Paris muerto está también, señor ―aclaró la señora.
―¿Así que tres cadáveres?
―Cuatro.
―¿Cuál es el último?
―Mercutio, amigo de Romeo. Dicen que Teobaldo lo mató.
―Entendido. ¿Algo más que deba de conocer, señora?
―No que yo sepa.
―Muy bien, Watson, en marcha.

Mi compañero, que muy buen deductor era, se dirigió a la celda de Fray Lorenzo, quien se supone que fue el último que vio a Julieta viva por última vez en su primera muerte. Una vez llegamos allí, un joven nos abrió.

―¿Ustedes son…?
―Sherlock Holmes. Aquí mi compañero Watson.
―Aquí Benvolio ―se introdujo el joven muchacho―. ¿Buscáis a Fray Lorenzo? Porque no se halla aquí. Se halla en palacio debido al asunto de Romeo.
―Oh. ¿Sabes tú algo de lo ocurrido, Benvolio? ―preguntó astutamente Sherlock.
―Bueno, algo debo de saber, al fin y al cabo soy primo de Romeo. Pero no, sé lo que se cuenta en las calles. Lo único que sé seguro es que mi primo estaba desterrado, estaba en Mantua, no sé cómo pudo aparecer por aquí.
―Si el Príncipe lo desterró, sería por algo, no veo que le importara mucho, pues le volvió a desobedecer una segunda vez.
―No, te equivocas. Mi primo no hizo nada. Nosotros, Romeo, Mercutio y yo, fuimos a la fiesta de los Capuleto, sabiendo que era de los Capuleto, sí. Fuimos porque Romeo quería ver a su querida Rosalía ―dijo burlón―. Teobaldo estaba allí, pero nosotros no hicimos nada. El fue quién acudió a nosotros. Mi primo mató a Teobaldo porque se lo merecía. ¡Él vino en busca de pelea! ¡Él era quien quería matar a Romeo! Pero en vez de este, mató a Mercutio. Mercutio, quien defendió a Romeo, pero que por culpa de este, quien trataba solo de calmar la pelea, acabó herido, y con ello, muerto. Mercutio, amigo de Romeo, y así fue como se desató la ira de mi primo y acabó con Teobaldo. Todo es culpa de ese Capuleto.
―¿Qué ocurre aquí? ―me volví de inmediato al escuchar aquella ronca voz, proveniente de un señor ya con sus años que, por sus ropajes, supuse que era Fray Lorenzo.
―¿Es usted Fray Lorenzo? ―dedujo mi compañero en voz alta tal y como yo.
―Así es. ¿Necesitan confesar algo?
―No exactamente. Sé que Julieta vino a usted por última vez antes de su muerte ―¿Sherlock intentaba acusarle? ¿Sin saber si él era el culpable aún? Sin duda nunca entendería la cabeza de este señor.
―¡Oh, Virgen santísima! Yo no la maté, si es lo que intenta decir.
―¿Entonces a que acudió Julieta a usted aquel día?
―Le diré la verdad, puesto que las mentiras solo dan más problemas, y brevemente, porque la corta vida que me queda no consiente largas relaciones. Romeo se había desposado con Julieta. Yo mismo los casé, el mismo día que murió Teobaldo. Esta muerte fue causa del destierro del desposado y del dolor de Julieta. El señor Capuleto creyó mitigarla, casándola con Paris. En seguida vino a mi celda, y loca y ciega me rogó que buscase una manera de impedir esta segunda boda, porque si no, iba a matarse en mi presencia. Yo le di un narcótico preparado por mí, cuyos efectos simulaban la muerte, y avisé a Romeo por una carta, que viniese esa noche en la que ella despertaría, para que así me ayudara desenterrarla. Fray Juan, a quien entregué la carta, no pudo salir de Verona, por súbito accidente. Entonces me vine yo solo a la hora prevista, para sacar a Julieta del mausoleo, y llevarla a mi convento, donde esperase a su marido. Pero cuando llegué, pocos momentos antes de que ella despertara, hallé muertos a Paris y a Romeo. Despertó ella, y le rogué por Dios que me siguiese y respetara la voluntad suprema. Ella, desesperada, no me siguió y-…
―Y se dio la muerte ―concluyó Sherlock―. Muchas gracias por su confesión, Fray Lorenzo. No diré nada de esto. Vamos Watson, ya estamos cerca de descubrir el misterio.

Estaba amaneciendo ya, pero Sherlock, como siempre, no se daría por vencido hasta acabar con aquella misión. De la celda, fuimos a la escena del crimen, el sepulcro de los Capuleto. Allí estaban, efectivamente, los dos cuerpos muertos que por las descripciones de los testigos los identifique como el de Julieta, con una daga clavada en pecho de donde se hallaban restos de sangre; y el de Romeo, de cuerpo inconsciente al lado del de la muchacha. Sherlock, se acercó a ver los cadáveres más de cerca mientras que yo, que hacía como si esperase a mi amigo, escuchaba una conversación ajena en la que supuse que el paje de Paris hablaba.

―¡Se puede saber qué hace usted tocando el cuerpo de mi hija?! ―retumbó de repente una voz grave en la sala. Y sí, a quien iba dirigido eso era a Sherlock.
―Solo quería comprobar si se trataba de un suicido tal y como me pensaba ―respondió tranquilamente este.
―Ahora que iba a casarse con el príncipe Paris… ¡incluso los músicos ya habían llegado a palacio! ―se lamentaba Capuleto por lo alto.
―Sherlock ―me acerqué cautelosamente a él―. He escuchado a un paje hablar de su amo. Dice que este último fue para dejar flores sobre el sepulcro de su amada pero que después llegó un caballero que quería entrar en el sepulcro también, y empezaron a luchar cuando él se fue a pedir auxilio. ¿No serían estos Paris y Romeo?
―Efectivamente, mi querido Watson. Yo en tu lugar he escuchado al criado de Romeo. Fue él quien le dio la noticia de la muerte de Julieta. Y por eso vino a toda prisa aquí, al cementerio. Ya sé quién es el culpable, Watson.
―¿Quién?
―Ahora lo sabrás. Acompáñame.

No muy lejos de allí se encontraba el palacio del Príncipe. Todo ocurrió muy rápido, o simplemente me encontraba tan agotado por no dormir lo suficiente que no le di importancia a lo que Sherlock hacía. De repente, la sala principal del palacio del Príncipe de Verona se llenó de los testigos del caso, junto con más gente. Mi compañero avanzó unos pasos hasta quedar frente al trono donde el Príncipe se hallaba y comenzó a hablar, alzando la voz:

―Bien, su majestad ―Sherlock hizo una reverencia―, familia Capuleto, familia Montesco; todos estamos aquí por una razón: conocer al culpable de la muerte de los hijos de ambas familias. Pero, ¿y si os dijera que tanto todos como nadie es el culpable?
      En primer lugar, tú ―dijo señalando al señor Capuleto― y tú ―esta vez señaló al señor Montesco―, de vuestro odio surgió el amor. Pero vuestro odio superó a tal sentimiento, tal que dio la muerte de vuestros hijos.

      Pero no todo comenzó así. Empecemos por Romeo. ¿Sabíais que Romeo se encontraba enamorado de una tal “Rosalía”? Quién pertenece a los Capuleto. Relación por la que el tono de voz de Benvolio, supe que no era de su gusto. Benvolio, si no deseabas a tal Romeo enamorado, ¿Por qué ir a la fiesta de los Capuleto? Porque no fue un error. El criado, que era analfabeto, puso en manos de Romeo tal información sobre la fiesta y sus invitados ―Sherlock justo paso su mirada de Benvolio a otro adulto―, ¿nada que decir, Capuleto? ¿Es que tan difícil era hacer invitaciones para todos los invitados?
      Pero aún así, de ahí no radica el problema, puesto que vosotros ―y volvió a fijar la vista en Benvolio, el único que quedaba vivo― sabíais que se trataba de una fiesta de la familia opuesta y por esto os sumergisteis en ella, usando unas máscaras para no ser reconocidos. Tal vez si ustedes no hubieran asistido a la fiesta, Romeo seguiría con vida, sentimental por su amor a Rosalía ―o no, quien sabe―, quien no estaba interesada en el joven, pero con vida.

―¿Cómo ha descubierto toda esa información? ―preguntó Benvolio, quien se veía sorprendido a la vez que asustado.
―Mi trabajo es saber lo que la gente no sabe ―respondió Sherlock, tranquilo como siempre―. Por consiguiente, Teobaldo Capuleto, no presente, también fue culpable de esta muerte.

      ¿A que vino toda esa ira por la simple presencia de Romeo en la fiesta? ¿Acaso él había hecho algo malo? Y el señor Capuleto está aquí como testigo de ello, y quien pudo calmar al joven Teobaldo, pero no por mucho, pues una vez acabada la fiesta fue en busca de Romeo. Pero no nos saltemos pasos, aún en la fiesta, surgió el “amor a primera vista” entre los dos jóvenes, Romeo y Julieta. El amor es algo común, ¿cierto? Y también es ciego, pues sabían de su mal pero no quisieron detenerse. Tal y como escuché decir a Fray Lorenzo: “el amor de los jóvenes nace de los ojos y no del corazón”. 

      En fin, así fue como el inocente y joven saltamontes saltando entre las hierbas sin conocer aquellos lugares acabó atrapado por la lengua del oculto camaleón. Inocente Julieta que con las dulces palabras de Romeo cayó rendida a sus pies, y enamoradizo Romeo que tal belleza como lo era Julieta lo deslumbró, queriendo que fuese suya. Y es que, ¿cómo un beso, un mero roce de ardientes labios que compartieron, pudo convertirse en una boda al día siguiente? Y aquí el balcón de Julieta es testigo de ello. Ese triste balcón, ahora sin dueña, al que nadie presta atención, fue el único testigo de la noche en la que Romeo acudió clandestinamente a ver a Julieta, dejando así a su amigo Mercutio y a su primo Benvolio sin saber de su paradero, pues se hallaba allí.

      Ambos, Romeo y Julieta, se murmuraron las más arrebatadas palabras de amor con la voz llena de anhelo, una necesidad loca, enfermiza por lo que veo, de estar el uno junto al otro. Podríamos considerar al balcón como otro de los escenarios del crimen, justo en el momento en el que Julieta y Romeo se confesaron amor y se separaron esa noche, con la idea de volverse a ver de inmediato como con la idea de casarse, pasara lo que pasara.

       Y entonces, tanto Fray Lorenzo como la ama de Julieta hicieron posible este matrimonio,  añadiendo así otra escena del crimen en la celda del Fray. Ambos ayudándoles a pesar de intuir las consecuencias que esto podría llevar a cabo, pero con la esperanza de que tuviera un final feliz, tanto para los amantes como para las familias.

      Pero esa boda no se convirtió en el deseado  lazo de amistad extinguidor del rencor de los Montesco y los Capuleto como Fray Lorenzo anhelaba. Y no solo con eso, el día empeoró y se sumó un nuevo escenario del crimen: las calles de Verona con la sangre de Mercutio y Teobaldo. ¿Quién es el culpable de estas muertes? Pues los mismos fallecidos. En primer lugar Teobaldo, el rey de los gatos, por ir en busca de pelea contra Romeo, a quien le tenía una gran tirria por el simple hecho de haberle visto con su prima Julieta, desconociendo lo sucedido entre ellos; y Mercutio, pues una vez que Romeo rechazó el combate (ya que Teobaldo era familia de su amada), su amigo no satisfecho con esto, ofreció pelea a Teobaldo, quien aceptó. ¿Pero deberíamos acusar a Romeo del causante de la muerte de Mercutio? Ya que Romeo, en un intento de detener la pelea, se interpuso entre las espadas, pero por debajo de su brazo, Teobaldo asestó una estocada que arrebató la vida a Mercutio, dando esto lugar a una de las armas posibles que Romeo tenía para su propio suicido: el destierro.

―¿Es cierto que usted puso una orden que trataba en que no hubiese conflictos en las calles de Verona, su majestad? ―preguntó Sherlock al Príncipe.
―Así es.
―Orden que Romeo recordó a Mercutio y Teobaldo, pero estos, no quisieron escuchar ―mi compañero, quién poseía toda la atención de todo el establecimiento señaló al señor Capuleto―. Dígame, ¿cómo se sentiría si matasen a su mejor amigo?
―Dolorido. Por lo que intentaría buscar el porqué de su muerte.
Sherlock negó con la cabeza.
―Efectivamente, si supiese la causa de su muerte, su principal objetivo sería matar a quien lo mató como signo de venganza. Y esto es lo que ocurrió con Romeo, Príncipe ―volvió a dirigirse al nombrado―. Y con el destierro que le otorgó solo hizo poner una barrera entre los amantes, quienes no podía vivir el uno sin el otro. Pero esto no fue la causa definitiva de su muerte. Fray Lorenzo y la ama de Julieta les hicieron ver que aquel no era el fin, por lo que se mantuvieron con vida. Sin embargo usted ―señaló a Capuleto―, acabó con las esperanzas de su hija de una forma radical. En primer lugar, ¿Qué clase de padre no se hubiera dado cuenta de todo lo que su hija llevaba a escondidas? Tal vez si hubiera habido más confianza tanto en los Montesco como en los Capuleto con sus hijos, ellos os hubieran contado de sus problemas y tal vez así hubierais podido solucionar el problema desde un principio, sin necesidad de muertes. Pero no, mejor que eso era obligar a la joven Julieta a la fuerza a que se casara con el príncipe Paris, como fácilmente se deduce, por intereses. Usted no vio como era Paris y así descubrir como trataría a su hija, no, usted vio el dinero y su alto estado en la nobleza, dado que le príncipe Paris tiene relación con el Príncipe. Paris con el mismo interés, aunque más que dinero yo diría belleza puesto que Julieta y usted apenas se conocían el uno al otro, ¿cierto Paris? ¿Y de donde surge ese amor? ―dejó Sherlock la pregunta en el aire―.

      Y así fue como Julieta acudió a Fray Lorenzo, dispuesta a quitarse la vida si no había una solución para que el segundo matrimonio no sucediera, ya que su padre le dijo que dejaría de ser su hija si el matrimonio con Paris no establecía. Y el Fray, ocurriéndosele un buen plan, le ofreció una ampolleta con el fin de parecer muerta pero sin estarlo el día de la boda. Por supuesto, el Fray lo hizo con buen intención, pero el plan le salió mal debido a que el mensaje para Romeo sobre la dormida Julieta que le llevaba Fray Juan no llegó, ya que le surgieron otros asuntos. ¿Deberíamos por ello acusar a Fray Juan como posible asesino de los amantes? ¿O ese puesto debería ser a Baltasar, quien estropeó el plan por completo avisando a Romeo de la muerte ―que no era muerte― de su amada?

      Pero sin duda, os faltan las últimas armas, el último “asesino”. Y es que antes, cuando estaba investigando en la sepultura de los Capuleto, me di cuenta de que por los labios de Romeo había pasado cierto veneno cuyo olor desprendía de su boca. Dígame Príncipe, ¿no está prohibida la venta de ciertos elixires que dan con la muerte en segundos?

―Así lo ordené yo. Y solo hay un boticario en esta villa que posea tales.
―El mismo al que le compró Romeo, ya que este no quería vivir si su amada tampoco lo hacía, pero que desconocía que esta no estaba realmente muerta. Y así fue como Julieta, llevándose una sorpresa al ver a su esposo muerto, decidió quitarse la vida ella también, esta vez de verdad, tomando la daga de Romeo y clavándosela en el corazón.
―¿Cómo ha descubierto tales hechos? ―le interrogó el Príncipe a mi amigo con una expresión de sorpresa en su rostro.
―Los pequeños detalles siempre son los más importantes, Príncipe.

      Por lo que así, terminado el misterio de esta historia, ¿no podríamos decir que los culpables de este crimen no son más que Romeo y Julieta? Al fin y al cabo, fueron ellos los que decidieron llevar a cabo su muerte. El amor a veces puede convertirse en una enfermedad. Y ambos estaban enfermos por la necesidad y el anhelo infinito, urgente y salvaje de estar juntos. Una deformidad de su alma. Pero, cuando los acontecimientos se hicieron finalmente irremediables… cuando ya no les separaba únicamente un estúpido desacuerdo entre familias, si no la helada garra de la muerte, de la que nadie regresa a pesar del inmenso e inalcanzable amor, ya no les importó nada más. El destino los unió, pero el mismo no quiso seguir alimentando la existencia de dos seres tan egoístas, porque ni a Romeo ni a Julieta les importaba lo que les ocurriese a la gente a su alrededor, como si el mundo no existiera de repente. Mientras estuvieran juntos, nada importaba. Y por eso su amor, más grande que la vida y la muerte, tenía que ser borrado de la faz de la tierra. Por ser el único en la historia de la humanidad que era verdaderamente incondicional hasta las últimas consecuencias, y totalmente desprovisto de cordura. Porque nada en el mundo era importante, salvo estar juntos. Porque el destino es el que baraja las cartas, pero somos nosotros los que jugamos. Y Romeo y Julieta quisieron jugar así. 

¿Y qué decir de esta conclusión? En definitiva, da igual las leyes de Verona, del universo, de la vida o de la muerte, de alguna manera, Romeo y Julieta seguirían unidos por siempre jamás. Y eso es lo que importa, no quien los mató.


domingo, 23 de noviembre de 2014

La vida es como una obra de teatro~


El teatro, como el arte o la música, es uno de los elementos fundamentales de nuestra civilización, ¿o si no como me explicáis que haya perdurado hasta ahora? Sin embargo, hay muchas personas que creen que el teatro no es importante porque hay formas más inmediatas de entretenimiento como el cine, la televisión, etc. ¿No os resulta esto un poco debate? “¿Cual es el más importante, el cine o el teatro?”. En mi opinión, resultaría un debate estúpido. Al fin y al cabo, la misión del teatro y del cine  es la misma: contar una historia. Pero eso sí, que sepáis que el teatro tiene más mérito. El teatro está vivo. Cuando ves una obra teatral, está sucediendo delante de tus ojos, en directo, e incluso los actores pueden improvisar y eso solo lo hace más emocionante. Pero claro, pensamos en hoy en día. Decidme, ¿a qué os invitan vuestros amigos?, ¿a ver una película en el cine o a ver una obra en el teatro? Y es que resulta triste que uno de los mayores artes del mundo como el teatro se esté perdiendo por culpa de la cinematografía, y no con esto estoy diciendo que no me guste esta última.


Es solo que, si lo pensamos bien, el cine ha nacido del teatro. Ambos con el objetivo de entretener, ¿pero no resulta más falso el cine respecto al teatro? El cine te da lo que el director quiere que veas, centrando los planos, usando efectos especiales, modificando la realidad. Resulta como más irreal; no obstante, el teatro resulta más natural.


Y es que, es por esto que pensamos que el teatro no está presente en nuestras vidas, que es algo antiguo, pues vivimos en una civilización tecnológica, en una sociedad caracterizada por una abrumadora presencia de modernos dispositivos tecnológicos que, al igual que acortan distancias entre las personas, nos alejan de la realidad.


Sin embargo, el teatro está muy presente en nuestras vidas aunque no lo creamos. Al menos en mi caso, que ya desde pequeña me sumergieron en el mundo de la interpretación. Lo recuerdo bastante bien. Fue en un pueblo diferente al que vivo, Gualchos, donde vive mi tía, en el que fui la protagonista ―sí, puede resultar increíble, pero era pequeña y en aquellos tiempos mi único deseo era llamar la atención― de una interpretación de La ratita presumida cuando era simplemente una niña, creo que con el objetivo de recaudar dinero para algo. Puede sonar incrédulo, pero lo que más recuerdo de aquel momento es a mí, vestida de ratoncita, barriendo y canturreando Tra, lará, larita, limpio mi casita, tra, lará, larita, limpio mi casita; y es que según mi madre, era mi parte favorita. Antes de que llegara el día, me pasaba el día practicando esa parte en mi casa. El caso es que me metía en el papel, porque en ese entonces yo era muy coqueta. 

Pero mi momento de gloria terminó ahí. Me he disfrazado para el colegio en muchas ocasiones: de pastorcilla, de faraona, de bruja… y recuerdo muchas canciones interpretadas para el día de la Paz, de la mujer, de Andalucía y más delante de todo el colegio organizadas por nuestro profesor de música, Nacho; pero ninguna se asemeja tanto a lo que es una obra teatral como la de la Ratita Presumida. Tal vez una actuación de danza sincronizada en aquellos tiempos en los que yo daba clases de baile ―salsa en concreto―, o en el coro de navidad (que podríamos asemejar con un musical).



Pero todo ese atrevimiento que poseía de niña se esfumó ―no me preguntéis porqué, ni yo misma lo sé―, pero, creo que el destino quiso darme una nueva oportunidad en primero de ESO que, por culpa de amistades, me apunté a crear una representación de Romeo y Julieta ―mi madre alucinando―. Simplemente deciros que aguanté bastante. Me tocó el papel de la ama de Julieta, y claro, en esa época ni siquiera conocía la obra, solo sabía que Romeo y Julieta se amaban, así que yo solo memorizaba mis diálogos en casa sin entender la situación de la obra, luego llegaba al instituto a las cinco de la tarde y, todo lo que me sabía palabra por palabra ―os juro que tengo buena memoria― se me eliminaba por completo del cerebro. Me quedaba en blanco absolutamente. Me convertía en tal tomate que incluso tartamudeaba mientras leía, y yo pensaba “si esto me pasa aquí con los que se suponen que son mis compañeros, el día que lo tenga que hacer delante del público me da algo”. Así que sí, lo dejé con la escusa de “es que tengo muchas cosas que estudiar, no tengo tiempo para venir ―pura mentira―” pero la verdadera razón digamos que era mi… miedo ―no creo que fuese miedo, sino más bien la señora vergüenza― escénico.



Pero no creo que lo haya dejado por completo. En mi tiempo libre participo en roles por internet que, aunque sea mediante palabras, interpreto personajes y, al igual que un actor, siento como si llevase varias vidas. Para ser un buen actor en teatro debes meterte en la piel del personaje y, aunque no es mi caso, lo he visto en muchas representaciones.

Hipólito y Fedra
Sabe Dios cuantas representaciones he visto en el salón de actos de mi colegio de primaria y en el auditorio de mi pueblo: La vida es un sueño, El Kiosko, Alicia en el país de las maravillas, El mago de Oz, e incluso en inglés, como The Time Machine.
La más reciente que recuerdo haber visto fue una el año pasado, con mi clase de griego y latín, llamada Hipólito, la cual disfruté mucho porque me encanta la mitología y esa obra era justo eso. ¿Sabíais que ―al igual que pasa con Romeo y Julieta con el coro al inicio de la obra― los griegos ya presentaban como acabaría la obra desde un principio? En este caso, era la diosa Afrodita, que decía el destino de Hipólito nada más empezar la obra, que sería su muerte por parte de su padre. No sé vosotros, pero a mí me pareció un dato curioso. Ahora en la actualidad, con las películas, lo que queremos de la película es seguirla para conocer su final ―¿acaso hay alguien que no odie que le hagan spoiler?―, pero antiguamente, el objetivo del teatro era hacer interesante una historia ya conocida.


Y no solo sé del teatro por la educación, también tengo unos vecinos ―solo en verano― de la Zubia que realizan obras de teatro (Grupo Aral), pero de tema religioso, es decir, de historia sacadas de la biblia, algo así. Sí, lo sé, muchos pensaréis “aburrimiento” pero no exactamente. En mi caso, la biblia y yo no tenemos una conexión muy especial que digamos, pero la forma en que interpretan es muy divertida a la vez que didáctica. Pero, sobre todo, lo que más me gusta cuando voy a verlos, es lo mucho que se divierten sobre el escenario, porque se nota. Hay niños pequeños, más mayores, adolescentes, adultos, incluso de la tercera edad y todos son como una gran familia que disfrutan interpretando.



Y si no fuera suficiente con esto, cuando viajé a Inglaterra, pude disfrutar de un inesperado baile en las calles de Londres, conocido como "flashmob"Tal vez este no sea uno de los subgéneros del teatro pero, ¿y por qué no considerarlo como tal? Al fin y al cabo, es una interpretación en tiempo real que entretiene y fascina.



¿Veis? Todo eso ―y lo que mi memoria no recuerde― en 17 años. El teatro influye mucho en nosotros. Desde mi punto de vista, es como que la novela describe los sentimientos, que la poseía trasmite de forma bella por medio de las palabras y que en el teatro se interpretan, se sienten mediante los actores. Así que, si leer “sigue estando de moda”, ¿por qué no ir al teatro? Al igual que para un libro, puedes elegir: tragedia, comedia, musical… así que, ¿Por qué no?
Al fin y al cabo, como en la novela pasa, el teatro hace que olvidemos nuestros problemas para sumergirnos en otros de una historia. Si tal y como Federico García Lorca decía: “el  teatro es poseía que se sale del libro para hacerse humana”.



sábado, 15 de noviembre de 2014

William Shakespeare y el canon literario


Dejando un poco de lado ese espacio del cerebro de Shakespeare que tenía para Romeo y Julieta, centrémonos más en la figura de este famoso autor en general.


¿Sabíais que Shakespeare es considerado como el epicentro del canon literario sobre el cual se expande el resto de autores? Claro, que esto no es dato exacto, sino una afirmación que el crítico estadounidense Harold Bloom estableció en su ensayo El Canon Occidental (Anagrama, 1995). 
Este es, quizás, uno de los libros de referencia que catalogan cuáles son los escritores más importantes de nuestro acervo y por qué sus obras perduraron como clásicos literarios universales.

Pero bueno, no saliéndonos del tema, vosotros os estaréis preguntado "¿Y qué es el canon del que habla esta?". Tranquilos, tiempo al tiempo. Empecemos por la palabra canon.
A todos nos suena esa palabra, ¿cierto? No sé vosotros, pero cuando mencionan la palabra canon lo primero que pienso es en la marca de cámaras. Y sí, he investigado para ver si mi teoría estaba en lo cierto para vosotros. Hay una larga historia por la que la compañía de Tokyo decidió llamar a esta Canon, y uno de sus motivos fue este:
Aprovechando que la mayoría de mi clase de literatura se encuentra en la de griego conmigo, os informo de que canon es una palabra que en el término de mitología griega (κανών) significa "regla" o "modelo". Eligieron este nombre porque los griegos usaban la palabra canon cuando una obra estaba dentro de perfección. ¿Que por qué os cuento esto que no viene a cuento? Pues por una sencilla razón, ¿no veis que la compañía Canon ha pasado como... a una especie de canon de la producción industrial?

Y no solo conocemos la palabra canon por esta compañía. Como ya mencioné en una entrada atrás, existe un canon de parejas. 


Está claro lo que es canon en este caso, ¿verdad? Y si no, os lo explicaré con un sencillo ejemplo. Usaré la obra de Romeo y Julieta. Que una pareja sea canon significa que son "oficiales" o desarrolladas dentro del contexto "real" de la historia. Que va a ser una pareja verdadera. Aquí tendríamos a Romeo y Julieta. 
Pero por ejemplo, la pareja que forman Paris y Julieta no sería considerada canon, porque no es verdadera. Paris es el prometido de Julieta, a cualquiera podría gustarle esta pareja, pero eso ya sería como.. una pareja formada por los fans (fandom), parejas que los fans prefieron pero que no son verdaderas.
Y por supuesto, Romeo y Julieta pertenecen a esta categoría porque no pueden separarse el uno del otro.

Sin embargo, no es al término "canon" al que me refería sobre Shakespeare, sino a algo más concreto, el canon literario. El canon literario es una lista breve pero muy selecta de lo que se suelen llamar obras clásicas, esas que se siguen leyendo con interés desde hace siglos, aunque en apariencia las veamos muy antiguas o incluso anticuadas. Aunque tampoco existe una definición universalmente aceptada. Otros lo denominan como la lista de autores selectos de un género literario. Es decir, la lista que consagra a los mejores, los perfectos y indiscutibles. El caso es que son elegidos por sus obras.
¿Y en que nos basamos para que las obras como la de Romeo y Julieta pertenezcan a dicha lista? Pues si bien recordáis, la palabra canon del griego significa "modelo" o "regla". Bien, pues ya sea por su calidad, su originalidad, o por ciertos rasgos formales y temáticos, ciertas obras han trascendido en la historia, arte y cultura hasta nosotros. 
¿Recordáis lo de que Shakespeare es considerado como el epicentro del canon literario? Bien, pues en concreto, era del canon literario anglosajón.



Sabemos que William Shakespeare es importante. Y famoso. Y no por su físico -cuidado, yo no estoy diciendo que no fuera atractivo-. ¿Entonces por qué? Bueno, el simple hecho de que salga en Wikipedia ya significa que es famoso, pero tampoco es por esto. Ni porque sea mencionado en dibujos animados como los Simpsons o los Looney Tunes.


Aunque claro, ni siquiera necesita una aparición en cualquier serie de dibujos animados, el ya tiene una película con él mismo de protagonista, Shakespeare in love.


No, nada de esto. Shakespeare pertenece al canon literario porque es el escritor más grande que podamos llegar a leer, dadas la originalidad y la extrañeza de su obra.



No solo Romeo y Julieta, sino Hamlet, Macbeth, Otelo, El Rey Lear... todas estas comparten unas características:
·   Se alterna el verso y la prosa
·   Se domina la técnica del diálogo y el monólogo. Los diálogos aportan información y hacen avanzar la acción, mientras que los monólogos se reservan para expresar reflexiones, sentimientos e intenciones. Los monólogos aparecen situados en momentos estratégicos de la acción dramática, ya que suponen incisos en los que se recapitula, se evoca, se profundiza en los temas.
·   Se adecua el lenguaje al personaje y a la situación (diferencia del lenguaje culto y refinado de los cortesanos con el lenguaje popular de los personajes secundarios. Ej: Romeo vs ama de Julieta), lo que provoca gran variedad de registros, tonos y modos de discurso.
·   Hay una profusión de recursos literarios




Y es que en estos pequeños comics paródicos vemos el famoso lenguaje de Shakespeare. De hecho hay un término exacto para su lenguaje, "shakesperiano". Claro, que estas particularidades de Shakespeare (que tiene en inglés) lo vuelve un paradigma de la cultura inglesa.
Incluso encontramos páginas que te "enseñan" a hablar como el famoso autor (Como hablar como Shakespeare aquí).


Por supuesto, también hay un rasgo común entre estas obras. Se tratan de tragedias. Claro que no todas las obras de Shakespeare se tratan de tragedias, también escribió comedias, obras historicas... pero las más conocidas son tragedias.


Evidentemente, William Shakespeare no es el único que pertenece a esta lista. Muchos críticos han buscado un listado perfecto para compilar una memoria literaria imprescindible para los lectores venideros. El anterior mencionado Harold Bloom fue uno de ellos. Se acercó al éxito de poder lograrlo, apartándose, eso sí, de los vaivenes ideológicos que entierran y resucitan escritores.
El crítico estadounidense trazó en su peculiar canon un mapa geográfico por las diferentes literaturas y otorgó el pasaporte de “cruciales” a Chaucer, Shakespeare, Wordsworth y Dickens, por Inglaterra; además de Montaigne y Molière por Francia o Dante, Tolsoti y Goethe por Italia, Rusia y Alemania, y por España y Latinoamérica Cervantes, Borges, Neruda y Carpentier, respectivamente. 
Sin embargo no es Bloom quien decide quién pertenece a dicha lista. Os preguntaréis entonces "¿Quién lo introduce en ella entonces?" Pues tan simple como él mismo. No lo decide nadie. Simplemente es algo que ocurre. Por ejemplo, tras la guerra mundial, toda la literatura es pesimista y nostálgica, y no creo que nadie haya decidido eso, sino que simplemente surge como consecuencia de los hechos. 

Por lo que Shakespeare pertenece a la lista gracias a Romeo y Julieta. El clásico que estamos trabajando. Y es que esta lista de clásicos suele mantenerse sin grandes variaciones generación tras generación de forma bastante sorprendente. Pero la razón es simple: ese conjunto escogido goza de sólido prestigio social y se considera un elemento fundamental de la educación de la juventud. En ella destacan obras que ya conocemos como la Odisea y la Ilíada de Homero, Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, Decamerón de Giovanni Boccaccio, Frankenstein de Mary Shelley, o incluso La Metamorfosis de Franz Kafka que próximamente leeremos. 





Por tanto, creo que  para enseñar literatura es inevitable establecer un canon, un repertorio cerrado de obras y autores en que se conjuguen dos factores: el gusto estético y la necesidad pedagógica. En el primer caso, lo que tenemos que decidir es qué obras son las mejores por su pura calidad artística; en el segundo, la pregunta clave es ¿cuáles de todas esas obras vale la pena mostrar y estudiar en la escuela? No tanto porque aparezcan en el programa oficial, sino porque son referentes ineludibles de la cultura propia y universal y pueden ser estimulantes para contagiar el gusto por la lectura literaria.

Así que, ¿qué pensáis del canon literario? En mi opinión, para enseñar literatura comprendo que sea necesario, pero respecto a lo que ya son lectores... por una parte pienso que estoy en contra. En contra porque es otro tipo de "clasificación". Una clasificación que se establece más por el estilo estético. Claro que la forma en la que una obra literaria este escrita es importante, si recordamos el fragmento sacado de "Por escrito gallina una" que nos enseñó nuestro profesor de lengua, esa novela escrita sin orden lógico, ¿quién disfruta leyendo eso? Parecía más un crucigrama más que otra cosa. Pero veo más importancia en el contenido de la obra, la trama, y he de decir que, tras estos 400 años, ni uno más ni uno menos, la obra de Romeo y Julieta de Shakespeare me ha llegado. No sabría decir exactamente por qué. Tal vez su forma de escribir, al ser ese inglés antiguo (aunque con las traducciones se pierde un poco eso) distinto de lo actual, me llama la atención. Tal vez sea el final trágico. En la literatura de ahora encontramos más finales felices, por lo que un cambio siempre es bueno. Tal vez sea el punto de vista de Shakespeare respecto al amor, tan exagerado que te preguntas si es real. Y es que no sabría explicarlo, pero al menos para mí, tiene algo que me atrae. Y me gustaría visualizar tales obras en el teatro (ya que son obras teatrales), tanto como leer otras obras famosas suyas como Macbeth o Hamlet. Por lo que bueno, existen canon respecto parejas, ahora he descubierto que de la literatura también... ¿y por qué no? Me parece una buena lista de recomendaciones para leer.







En conclusión, todos pensamos en que autores como William Shakespeare son de los años de la pera, que es imposible que nos gusten esas obras tan antiguas, pero tal vez nos equivoquemos. Tal vez Shakespeare este muerto, pero no sus palabras. A todos los que os encontréis en la situación de "leer o no leer, esa es la cuestión" os invito a que conozcáis la historia de Romeo y Julieta de verdad -y no solo las cosas que se dicen de dicha obra- y os enganchéis a las demás obras de especial escritor.