Sí, a veces, la idea más loca, más imposible en apariencia, se fija con tal fuerza en nuestro espíritu, que uno acaba por creerla realizable.
Era un domingo, no un domingo cualquiera, no, sino uno de esos días en lo que lo único que te apetece es pasártelo en pijama, en la cama, con la simple compañía de un libro y una taza de chocolate caliente mientras observas el mal tiempo por la ventana. Sin embargo, la realidad no es tan bonita como la pintan en las historias, y como todo ser humano, tenía mis obligaciones como estudiante pero, ¿quién es capaz de resistirse a tal plan? Estaba claro que yo no.
Tenía muchas opciones para leer: por un lado podía terminar la pésima vida de Andrés Hurtado en El árbol de la ciencia, lo cual no me apetecía mucho; por otro podía introducirme de nuevo en la adicción al juego con El Jugador; o directamente, podía coger uno de mis libros -no obligatorios- que no había tenido ocasión de leer y descubrir el misterio y secretos familiares que me esperaban en La princesa de hielo.
¿Por qué elegí El Jugador? Podría decirse que lo eché a suertes, podría decirse que la mala suerte de que tocara El árbol de la ciencia hizo que le pasase el turno a la novela de Dostoievsky. A quién le importa.
Tomé el libro y comencé a leer desde el principio de nuevo. Cuando mi madre me llamó para ir a comer ya era demasiado tarde: me hallaba completamente sumergida en la lectura; casi podía sentir la angustia que el protagonista Alexis Ivanovitch sentía. En el momento menos inesperado, solté una carcajada. Estaba segura de que los libros siempre siembran en las personas una amplia gama de sentimientos tan vividos que a veces te podían robar unas carcajadas -como en mi caso-, o unas lágrimas; todo dependía de la situación de la historia. Me había metido en el libro de tal manera que vivía con el protagonista todos los acontecimientos; sufría la manipulación de Paulina Alexandrovna con él, sentía la inquietud de perder en la ruleta con él, odiaba a Des Grieux, ese pisaverde, con él. No podía dejar de leer. ¿Me habría vuelto una adicta a la lectura? Sabía que tenía cosas pendientes que hacer pero no podía dejar de leer, ese “un capítulo más y lo dejo” era pura mentira y lo sabía. Me había convertido una adicta a la lectura, ¡pero que adicción tan maravillosa!
En realidad te conviertes en un adicto a la lectura cuando lees todo lo que tiene letras, es decir, cuando te llega algo a tus manos, independientemente de que sea bueno o no y tu lo lees porque tienes la necesidad de leer. Pero cuando tu seleccionas lo que lees y lo disfrutas de tal manera que te sumerges hasta crear en tu imaginación la imagen ficticia de lo que lees hasta poder oler el perfume de lo que se describe, entonces eres un apasionado por la lectura.
Eso era. Yo era una apasionada por la lectura.
Sabía que tenía que tener cuidado, puesto que a veces saber más de la cuenta podía decepcionarte y/o deprimirte, pero también sabía que saber es poder. Ya lo había leído de la boca de Iturrioz: “Comed del árbol de la vida, sed bestias, sed cerdos, sed egoístas, revolcaos por el suelo alegremente; pero no comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto agrio os dará una tendencia a mejorar que os destruirá”. Y yo había elegido comer del árbol de la ciencia. ¿Era esa mi adicción? ¿Aumentar mis conocimientos para estar por encima de los demás? No. Conocía casos de algunas personas que se volvían antisociales, ya que les produce tanta satisfacción leer que no necesitan y hasta les causa rechazo tratar con las personas. No, yo no era así. ¿O sí? Yo sabía manejar mis conocimientos, pero también me encerraba en mi propio mundo interno. No obstante, un mundo sin libros sería peor que el infierno. Pero, al fin y al cabo, todo tenía un fin. La lectura, al igual que el juego, tenían un fin, y es que tanto las páginas como el dinero tenía un tope. Podías comenzar a leer un nuevo libro, podías buscar trabajo y ganar dinero que apostar otra vez, y entonces sí, en ese caso sí: eres un completo adicto.
Tras terminar la novela, no solo me quedé impactada con tal final abierto “¡Mañana, mañana todo habrá terminado...!” ni con ese vacío que se te queda al acabar un libro, sino que, además de esto, me quedé con muchas preguntas sin resolver. Entre estas estas que incumbían al protagonista estaba esta:
Antes de plantearme la pregunta, quise informarme sobre las unidades de dinero que se utilizan en esta novela. Encontramos desde rublos, francos, táleros, luises de oro hasta federicos; y claro, leemos sin desconocer de qué cantidad de dinero hablamos por lo que he hecho una pequeña investigación sobre el valor de estas monedas a euros (¡Ojo!: informar de que la información no es segura, soy de ciencias, y no estoy segura ni de mis propias reglas de tres).
1 rublo = 0’013 €
1 franco (francés)= 0,152 €
1 tálero = 10 ducados
1 ducado = 27´10 €
1 tálero = 0,36 €
1 luis de oro = 100 libras
1 libra británica 1,33 €
1 luis de oro = 75, 18 €
1 federico = 100 florines de oro
1 EUR = 308,850 Florines oro
1 federico = 3,0885 €
Alexis ganó en el casino aquella noche afortunada para él doscientos mil francos. Aquí se trata de francos-oro, por lo tanto hay que multiplicar la suma por doscientos para averiguar el valor aproximado de hoy día; lo cual es aproximadamente cuarenta millones de francos (antiguos), es decir, que haciendo cálculos con los datos de arriba ganó… ¡nada más ni menos que 6.080.000 euros! (aproximadamente, claro)
¿Pero para qué quería tal cantidad de dinero Alexis Ivanovitch? Desde un principio nos informa de que su vida “le trae sin cuidado”, se pregunta qué hace en “el séquito del general”. Todos sabemos la razón de porqué sigue allí, ¿cierto? Por la querida y a la vez odiada Paulina Alexandrovna.
Es curiosa la conversación intensa que tiene con ella antes de la broma hacia el barón y la baronesa Wurmerhelm, ya que al principio nos da una idea de que la ruleta es su única salvación y con ese dinero “comprará” a Paulina. Pero más adelante se aclara, y nos da una idea de que no se trata de eso sino que, con ese dinero, esa desigualdad de “emperatriz”/estatus de nobleza y esclavo desaparecerá. Lo único que pretende con ese dinero es cambiar a los ojos de Paulina para que así esta deje de tratarlo como tal, que lo tenga más en consideración así como sus sentimientos hacia ella.
El caso que lo consigue, consigue hacerse con el dinero, esos doscientos mil francos tras creer que Paulina le amaba. En este caso su objetivo por el dinero es el hecho de que Des Grieux le perdonaba 50000 francos a Paulina, éste había intentado comprarla y eso ponía furiosa a Paulina, por lo que como Paulina quería tener esa cantidad de dinero para tirarsela a la cara a Des Grieux, Alexei por un impulso va al casino donde gana el dinero. El caso es que Paulina cree que Alexei también quiere comprarla como Des Grieux, y ahí es cuando entra en un estado de locura.
Tras eso da como “perdida” a Paulina, la cual se hallaba enferma según Astley, y así sin más se va con Mademoiselle Blanche a París, siendo consciente de que usaría su dinero ganado. Era como que ya no le importaba nada, Mademoiselle se aprovechaba de su dinero para vivir de lujo y él era a cambio su amante.
Tras irse, resulta que por unas deudas acaba en la cárcel, alguien -no se sabe quién-, se lo paga. Esa etapa de su vida fue pobre y mísera, pero trabaja de criado y cuando vuelve a tener dinero se aficiona a la ruleta de nuevo. Astley le confiesa que Paulina le sigue amando, pero Alexis está perdido en el juego.
Por lo que, ¿para qué necesita el dinero? En un principio para “conquistar” (por así decirlo) a Paulina, pero sin duda necesita el dinero para jugar, porque se había vuelto un adicto a la excitación del juego. En conclusión, que era un jugador.
Alexis no es el único implicado en el tema del dinero. Un gran personaje (y que realmente me gustó) es Antonina Vassilievna Tarassevitch, conocida como la babulinka (abuela). Este es un personaje importante en la historia ya que desde un principio todos la dan por muerta, esperando su herencia cuando resulta que está más viva que coleando. La babulinka también se aficiona al juego, al principio gana una gran cantidad de dinero, pero acaba arruinada (no del todo porque aún sigue teniendo dinero en Moscú). La babulinka rompe los esteriotipos del “rico”: no es para nada egoísta, sino que todo lo contrario, le da propina a todo el mundo, e incluso a supuestos mendigos. Quiero hacer incapie en esto ya que, a pesar de que se la ve como una persona “generosa” da por hecho que toda la gente de la calle con aspecto desdeñoso son mendigos, mientras ella luce como una “princesa” (así la consideraban). Aún así, la babulinka posee lujos pero tampoco se ve que los desee mucho como la lujosa y gran habitación que le otorgan en el hotel, ella solo quiere entretenimiento.
Por otro lado, vemos el amor por interés, y por interés hablo del dinero. Este se ve claro en Mademoiselle Blanche, quien se quiere casar con el general (un caso perdido, porque está ciegamente enamorado. Ciego literalmente, porque no se da cuenta de que ella lo está usando) sólo por la herencia que recibirá de la babulinka. El conde Des Grieux también está allí por esta razón, pero este tiene más influencia ya que le ha prestado dinero que el general debe al estado.
Un detalle más gracioso aún que estas relaciones es el papel del príncipe Nilski, con el que Mademoiselle tontea delante del general (¿véis? Completamente ciego), pero que resulta que está más pelado que una rata, que él también tenía intención de sacar provecho de Mademoiselle Blanche, de quién pensaba que poseía una notable cantidad de dinero.
La relación de el General y Mademoiselle parece sacada de una de esas revistas actuales del corazón o como se llamen que tratan temas de famosos. El amor por intereses sigue existiendo hoy en día, y lo vemos aún más claro por la diferencia de edad entre el General (quién tenía cincuenta y tanto) y Mademoiselle Blanche (que es mucho más joven). Por supuesto, el General la amaba con locura, pero Blanche solo amaba su futuro dinero. Esto ha ocurrido desde el principio de los tiempos, tanto por la familia por casar a su hija a temprana edad con un príncipe (al cual ni conocía) sólo por interés económico. Ahora no sabría que poner de ejemplo, puesto que no estoy al corriente pero podría decir la relación de la difunta Duquesa de Alba y Alfonso (de quienes no dudo el amor, solo es un ejemplo), como si Alfonso se hubiera casado con ella solo por su dinero.
Pero también hay películas como la reciente (no tan reciente) Brave, en donde se defiende todo lo contrario: Merida, la protagonista, no quiere casarse, ella quiere ser una mujer independiente y seguir su propio camino en la vida, a lo que sus padres la incitan a todo lo contrario: le presenta tres posibles hombres para casarse.
También Disney nos enseña la moraleja del “amor por interés” con la -ahora sí- reciente Frozen, donde Hans -quién resulta disimular su falso amor muchísimo mejor que Mademoiselle Blanche- “enamora” a Anna, a sabiendas de que ella es princesa, y de nuevo encontramos al personaje ciegamente enamorado y al otro por interés, en fin, hay millones de ejemplos más, el caso es que habéis pillado la idea.
Relacionado con el asunto del dinero, en El Jugador, en la ciudad de Roulettenburg (curioso, ¿verdad? Roulette-nburg, no os suena a “ruleta”, ¿eh?) también vemos que los casinos son lugares que no corresponden a los tópicos; sino que allí no se ven cantidades inmensas de oro, como se suele pensar. Más bien es la mezcla del glamour de los gentleman, que se supone que juegan por puro placer y esconden totalmente sus emociones, (cosa que es de lo más vil) y la pobreza y avaricia de la plebe. Estas dos posturas en realidad son los mismo, pero una se intenta esconder para guardar las formas.
Además, si recordáis la “teoría” de Alexis (cuando habla por primera vez con Des Grieux) en la que critica “la honradez” alemana de pasarse la vida trabajando, acumulando el dinero generación tras generación hasta convertirse en uno de esos famosos bancos alemanes, dándonos una idea de que los ricos son tontos, ya que no hacen más que trabajar. Él, generalizándose con los rusos, prefería no vivir únicamente para ganar dinero, por lo que veía bien la ruleta (inventada por los rusos).
If I was a rich boy
Na na na na na na na~
See, I'd have all the money in the world, if I play at roulette
I would impress Paulina, I wouldn’t be a slave anymore, my lucky would never ever end
Cause I'd have all the money in the world, if I play at roulette
Sin duda alguna, esa sería una de las canciones de la banda sonora de una adaptación cinematográfica de El Jugador. Ahora bien, tenemos una idea de lo que haría Alexis Ivanovitch su fuera rico, ¿pero y nosotros? ¿Que haríamos? ¿Qué haría yo si fuera rica?
Sinceramente, al principio no sabía. Me he dicho a mi misma: “Paula, ¿con el dinero puedes sacar a tus queridos y amados personajes de los libros? No. ¿Puedes comprar la motivación cuando es necesaria o las 8 horas de sueño que en este curso estás echando de menos o incluso un día de relax? No. Entonces… ¿para qué quieres el dinero?”
Pues lo primero que haría sería en mi nueva casa -que ahora explicaré como la organizaría- incluiría una habitación con grandes dimensiones con una pantalla que ocupara gran parte de una de las paredes y con dos amplificadores de sonido a cada lado para así bailar la canción “Rich girl” en el Just Dance en vez de mover la cabeza al ritmo de la canción que escucho mientras os escribo ahora.
Maldita sea, ahora me he aficionado a la discografía de Gwen Stefani por culpa de Alexis. En fin, como iba diciendo, construiría una gran casa, bueno, lo conocido como mansión, ya sabéis, de esas que tienen los ricos en las películas, aunque a mi me gustan más los lofts. Sería un loft a lo grande. Pero el mío sería diferente. En primer lugar tendría como mínimo tres plantas -contra más alto mejor, ahora después lo entenderéis-. Tendría una cocina, la cual pisaría solo para ir a por comida, puesto que ya que soy rica contrataría a un gran chef que me sustituyera a mí, porque soy una pésima cocina, la verdad. En esta incluiría una máquina de helados -y así comer helado en cualquier época del año tal y como deseo- y máquinas de chucherías y sino las encargaría, como las pizzas. El caso es que una gran parte de mi dinero lo gastaría en comida.
Después habría otra habitación que sería la sala de lectura -tipo las bibliotecas de las universidades que son tan grandes que te quedas como “¿Puedo vivir aquí?”. Pues como esas- y por supuesto estaría llena de libros de todos los géneros. Aún así no me gustaría leer allí, no me gusta el silencio de las bibliotecas. En el exterior crearía una casa-árbol (siempre me ha hecho ilusión tener una) y me llevaría el libro que quisiese para leerlo allí.
También crearía una sala tipo spa, porque me encanta estar en el agua -de hecho, si por mi fuera, viviría bajo el agua arrugada como una pasa-. Ah, y por supuesto mi casa de lujo tendría una piscina en la azotea -el miedo que tiene mi padre a las alturas yo lo tengo al revés, me encantan las vistas desde sitios altos- y tendría una de esas bolas de aire para meterme -otro de mis sueños tontos-; además de que viviría en California -por ejemplo. Cualquier sitio con costa me sirve- y así viviría cerca del mar u océano. Por supuesto, me iría allí porque otro de mis sueños es aprender a surfear, así que el dinero me daría un profesional que me enseñara y una tabla de sur también.
Bueno, sigamos con la casa, que no he terminado. Una sala de lectura, otra para comer, spa.. ¿que me falta? ¡Ah, sí! Una sala de juego -sin ruletas y sin trente et quarante. No quiero arruinarme ahora que sería rica-, con juegos tipo consolas (la play 4, la Xbox 360, la Wii, vosotros ya sabéis) como juegos tipo futbolín, ah, y juegos de mesa. Ajedrez y cartas incluidos. Otra sala sería mi espacio para dibujar y pintar, y sus paredes estarían en blanco para decorarlas yo mismas -aquí una amante de la pintar y de hacer manualidades-. La sala de música para bailar, la cual incluiría barra, por si algún día me diese por hacer una fiesta -lo dudo, porque soy anti-fiestas rollo discoteca-, la cual serviría como la sala de interpretación por si a alguno de mis amigos le da por representar una obra, yo lo invito (:D) y… ¡por supuesto! Mi habitación. Sería de un tono azul, tendría arcos tipo peceras y vería a los peces nadar mientras duermo en mi… ¡cama de agua! Otro de mis sueños, claro. También haría más dormitorios para mis invitados -familia y amigos, no quiero hacerme popular-, ah, una sala de cine no puede faltar, ya que puedo disfrutaría de las películas de Disney a lo grande. También haría una habitación decorada a lo Disney llena de juguetes para los niños que acogería en mi hogar -porque me encanta pasar tiempo con los más pequeños-. ¿He comentado que tendría un jardín con columpios, un castillo inflable en el que no me cansaría de saltar y una piscina de bolas? Pues también. Y las escaleras principales estarían decoradas con las portadas de mis libros favoritos. Y tendría un gato al que le pondría de nombre Presidente Miau y un perro que se llamaría Presidente Guau. Y como también me gustan los conejos, pues también tendría uno que sería de color blanco -Alicia en el país de las maravillas no tiene nada que ver. Nada. Bueno vale, me habéis pillado-, y lo llamaría Snowy. Y en la azotea tendría tumbonas y un telescopio para mirar las estrellas todas las noches. Seguramente se me olviden cosas fundamentales de una casa -los baños Paula, los baños son fundamentales-, pero así os hacéis una idea.
Y no sé. A ver Paula, piensa en personajes ricos. Hmm… Sharpay, por ejemplo. Pues… no. Ni en broma vestiría de rosa y con cosas brillantes, se me vería a kilómetros. ¡Ah, claro! Llenaría mi armario de camisetas diseñadas con imágenes de los personajes de mis libros/animes favoritos y cosplays. Me daría el capricho de hacerme todos los cosplays que quisiese.
¡Ah, hablando de cosplays! Prometí que si alguna vez consiguiese tener dinero invitaría a mis amigos del roleplay a churros con chocolate. Por supuesto, siendo rica esto se me quedaría corto, sería una vergüenza -aunque me daría igual-, pero sería como la babulinka, todo generosa le proporcionaría cosplays a mis amigos y rolearíamos… ¡en la realidad! Si ellos quisieran, claro.
Viajaría a todos los sitios que quisiera: desde Londres -sí, iría otra vez- hasta Finlandia -¡necesito ver las auroras boreales con mis propios ojos! Precioso-, iría a Disneyland -como no-, a los conciertos de mis cantantes y grupos favoritos -Fall out boy <3-; me compraría todos los aparatos electrónicos que quisiera: iPod, un ebook, una tablet, una cámara Cannon, ¡sería rica y no tendría límites!
Os diré una cosa: soñar es gratis. ¡¿Cómo sería capaz de gastarme el dinero en todo eso sin tener en cuenta a los demás?! Ni que esto fueran los Sims, que dándole a Ctrl + z ganase 50.000 euros y le pudiese dar al botón todas las veces que quisiera. Ahora, eso sí, en los Sims creo mi casa ideal y ahí no tengo remordimientos, mis personajes tienen que tener los mejores lujos.
Tampoco tengo hadas madrinas como en los “Padrinos mágicos” que cumplan mis deseos como a Timmy. No. Esto, os recuerdo, es la realidad, y en la realidad, mientras nosotros nos quejamos por no tener estúpidos caprichos sin a veces considerar lo mucho que tenemos, otra parte del mundo no tiene ni agua que beber. Es más, apostaría lo que fuese porque estoy segura de que mi champú tiene más frutas que un pato de esos niños que viven en la pobreza.
Sin duda, mi conciencia estaría llena de remordimientos si cumpliese lo primero y no hiciera nada por el mundo. Siempre, desde pequeñita, mi propósito ha sido hacer algo por este mundo. Nunca he pensado que con dinero arreglara algo, pero esto si podría hacerlo. Sin duda donaría gran cantidad de mi dinero a todos los que lo necesitaran de verdad. Sé, por lo ocurrido en la historia, que el comunismo no funciona, pero eso no significa que tenga que haber gente al límite de la pobreza, sin nada que comer ni beber, con enfermedades, cuando aquí hemos avanzando tanto en medicina. Es muy injusto y sin duda mi dinero iría allí, porque yo no lo necesito ni lo quiero.
Es cierto que tenemos la idea de trabajar para ganarnos nuestro dinero honradamente, o al menos yo, pero luego está lo que dice Alexis: que no quiere dedicar toda su vida al trabajo. Y es cierto, yo tampoco quiero, pero tampoco veo bien jugar a la ruleta y de 1000 euros que llevabas acabar con 1000000. Es injusto si lo comparas con la gente trabajadora. Es tal que la versión de la fábula de la hormiga y la cigarra de Arturo Pérez Reverte: la hormiga trabajando y entonces llega la cigarra que se ha ligado a un grillo forrado de pasta.
Incluso mi madre me lo dice desde pequeña “Paula, tú cásate con un hombre rico, eh” y Paula se niega totalmente, porque Paula quiere ser una mujer independiente, se case o no, quiere sacar su dinero de su esfuerzo y trabajo.
Respecto al dinero… el dinero sólo puede comprar lo material. El amor, los amigos,... esas cosas, a no ser que sean por interés, nunca las conseguirás con dinero. Es más, es sin ser ricos y ya sabemos de amigos falsos, porque Fulanico quería estar con Fulanica porque así se haría popular al estar con ella pero nunca estuvo enamorado de ella, etc… historias así. Pienso que no todo lo que brilla es oro: hay gente maravillosa, sin dinero, que realmente vale la pena, y son gratis.
A veces no lo hacemos a posta como Mademoiselle Blanche. A veces, como en Camp Rock, solo queremos hacernos notar y fingimos que nuestra madre es famosa rica cuando en realidad es la cocinera del campamento. Con el único objetivo de no ser una novata invisible.
En esta misma película vemos como el dinero puede cambiar a las personas -es una de las razones por las que no aceptaría el dinero. Llamadme rara si no deseo que me toque la lotería, pero es así-: Shane, un muchacho que canta se convierte en estrella de rock y su carácter debido a la fama y al dinero cambia, es decir, se vuelve un rico estúpido.
Y es cierto, si te pones a pensarlo… por ejemplo, ni las primeras canciones de Green Day -grupo que empezó a actuar en bares normales- son.. de alguna forma diferentes a las últimas. Quiero decir, ese cambio de los jóvenes de calle a la fama y dinero, se nota en su música. También lo noto en el grupo de Paramore. Es más, su estética también lo dice.
Por otro lado, quería añadir que no todo lo material tiene que ser comprado. En mi casa, que me gusta hacer manualidades, cuando se trata de ir a salones del manga, a mí, disfrazarme de mis personajes favoritos me encanta porque es estar en la piel del personaje. El caso es que, a diferencia de mis amigas, yo no tengo ninguna costurera que me haga los trajes ni mucho menos, por lo que me intento crear yo misma el cosplay/disfraz. Claro que eso me limita las posibilidades de disfrazarme de un personaje de ropas extrañas por así decirlo, pero os puedo asegurar de que el proceso de crear el disfraz gusta -al menos a mí-, y hacer los complementos y tal. Es como los puestos de verano que hay en la playa, esas cosas manuales que hace la gente son preciosas y en eso si me gusta gastarme el dinero porque son cosas con mucho mérito que merecen la pena, no cosas hechas por unas máquinas. No sé si me comprenderéis.
Diese Russen! -oh, ¡estos rusos!- lo que les da por crear, como dice Alexis, la ruleta es como un robo, pero legal. Solo diré que a veces olvidamos lo que es el dinero: un simple trozo de papel. Le damos el valor de poder, de conseguirlo todo con él, pero solo es un trozo de papel.