sábado, 13 de diciembre de 2014

Mi libro de cabecera es un revólver.


El deseo de Romeo y Julieta era estar juntos, ¿cierto? ¿Pero que hubiera ocurrido si Julieta no hubiera correspondido al amor de Romeo? ¿Se hubiera suicidado él solo? Según el criterio de Romeo no podemos saberlo, pero según el de Werther, nuestro nuevo protagonista, sí. 

Werther, la novela de Johann W. Goethe, la nueva novela asignada para nuestra asignatura, trata sobre el típico trío: Werther -nuestro protagonista-, Charlotte -la mujer ideal-, y Albert -prometido de Charlotte-. Como os podéis imaginar, si Charlotte está casada, ¿que pinta Werther? Pues a pesar de esta condición, Werther se enamora de Lotte. Pero no, para nada ocurre como en Decamerón, es un amor pasional como en Romeo y Julieta, solo que no es correspondido -hasta el final, como descubriréis-. Por lo que, no, Werther no es ningún tipo de amante de Lotte. Y al igual que en todos los tríos, no acaba bien. Alguien sobra, ¿y quién es ese? Werther. Y sí, como podéis imaginarlo por el título de esta entrada, se trata de un suicidio.

El suicidio de nuevo es el destino (como en Romeo y Julieta) al que se enfrenta Werther y se desliza de forma visible e inexorable en la obra casi desde un principio, es la expresión máxima del pensamiento romántico. Es el estallido último de la voluntad, en el que, ante una posición en la que se fuerza o la realización del deseo o la destrucción del ser, se toma ésta última opción. En una concepción en la que se prima el deseo y los arranques, la pasión y la fogosidad, esto encuadra perfectamente como última solución del capricho no consumado, como consecuencia del empuje sin tregua del ego, del individualismo.
Es una actitud propia de la adolescencia esta subjetividad exacerbada, su expresión última, esa autodestrucción, que podría asemejarse a un tipo de harikiri (es como el suicidio ‘a lo japonés’ en el que la víctima se abre el vientre con un puñal y deja sus entrañas a la vista de todos), no termina por ser más que una burda sombra de un acto como ese, llegando a convertirse en poco más que un berrinche pueril al estilo "o se juegan con mis reglas o se rompe la baraja". 



El suicidio es un tema bastante amplio. Investigando sobre él podemos encontrar cosas como este artículo.
Básicamente habla de que la canción Gloomy Sunday ocasionó una epidermia de suicidios. 


No sé yo vosotros, pero cuando se tratan de estas cosas me da mal rollo, porque siento como que al escuchar la canción voy a entrar en un estado inconsciente en el que voy a coger una pistola y me voy a pegar un tiro así sin más. Pero no, tranquilos, sigo viva tras escucharla, ¿si no como os escribiría esto?

Tal y como se dice en el artículo, no creo que la canción haya matado personas. Eso suena absurdo. Igual que cuando dicen que los fantasmas existen. Más bien, el culpable sería la época en que fue publicada, como Stack dice “es probable que las circunstancias de la época en Alemania (la Gran Depresión, el auge del nazismo) pudieran haber creado un ambiente idóneo para que los suicidas se identificaran con la canción”. 
Estoy de acuerdo con la canción. Los domingos son tristes porque son el último día de descanso, pero hay que estar preparados para el lunes. Es solo eso lo que te puede transmitir una canción. Tristeza. La música trasmite muchos sentimientos y emociones según mi criterio, porque las letras nos llegan pero... no creo que lleguen a tal límite.

Así que para esta canción tenemos un posible culpable, pero no es lo único que ha producido un gran número de suicidios. Volviendo al tema de Werther, tenemos el famoso "Efecto Werther". 

Como siempre, hay novelas que consiguen contagiarnos de alegría, de ganas de vivir, que nos impulsan a propósitos que quizá excedan nuestras habilidades, a alcanzar cumbres remotas, a enfrentarnos a la misma muerte con una sonrisa en los labios. Pero también hay novelas consiguen justo lo contrario: que abracemos el nihilismo, que miremos al abismo y que el abismo nos devuelva la mirada, que borremos de nuestro código indumentario cualquier prenda de vestir que no sea estrictamente negra. Cosas así. Pero las novelas, además de su poderoso influjo intelectual y emocional, también pueden ejercer como grandes inspiradores de modas y tendencias, incluso nocivas. Como sucedió con Werther.
Bien, pues el Efecto Werther tomó lugar por la novela de Goethe que empezó una serie de suicidios de formas que parecían imitar la del protagonista. De hecho, las autoridades de Italia, Alemania y Dinamarca la prohibieron por esa razón.
Y en ese aspecto tengo algo que decir. Tal vez muchas novelas hagan daño. Pero más daño haría en general el determinar qué se puede decir y cómo debe decirse, limitando los movimientos del autor, amordazándolo para evitar que algunas personas salten desde un puente. Porque hay saltos y saltos.
Tal vez las noticias puedan maquillarse para evitar determinado impacto social y emocional. Pero las novelas no son noticias. Las novelas son algo así como ventanas multisensoriales a la vida. Y la vida, lamentablemente, está llena de dolor y sufrimiento, de suicidas, asesinos, pederastas y personajes de similar ralea. 

Probablemente leer el libro no os producirá el efecto Werther. O quizá sí. El riesgo corre por vuestra cuenta. Pero que el riesgo no os impida disfrutarla.

En fin, para comprender el efecto que Werther tuviera sobre la juventud alemana del siglo XVIII, hay que considerar que, en una época donde las telecomunicaciones no existían, donde los rankings de libros más vendidos eran algo impensable y donde los libros sólo se recomendaban gracias al boca a boca, este libro se convirtió en un verdadero best-seller. Goethe pasó a ser considerado un maestro por los adolescentes y jóvenes, quienes no solamente imitaban al protagonista hasta en su forma de vestir, sino que, como ya he dicho, en algunos casos se sintieron tan identificados con el joven y desdichado Werther que hubo una gran cantidad de suicidios.

Esto también ocurrió con la muerte del famoso cantante Kurt Cobain. ¿Sabíais que al igual que Werther dejó una carta antes de suicidarse? 

Traducción:
Hablando como el estúpido con gran experiencia que preferiría ser un charlatán infantil castrado. Esta nota debería de ser muy fácil de entender. Todo lo que me enseñaron en los cursos de punk-rock que he ido siguiendo a lo largo de estos años, desde mi primer contacto con la, digamos, ética de la independencia y la vinculación con mi entorno ha resultado cierto.
Ya hace demasiado tiempo que no me emociono ni escuchando ni creando música, ni tampoco escribiéndola, ni siquiera haciendo Rock'n'Roll.

Me siento increíblemente culpable. Por ejemplo, cuando se apagan las luces antes del concierto y se oyen los gritos del publico, a mi no me afectan tal como afectaban a Freddy Mercury, a quien parecía encantarle que el público le amase y adorase. Lo cual admiro y envidio muchísimo. De echo no puedo engañar, a ninguno de ustedes. Simplemente no seria justo ni para ustedes ni para mí. Simular que me lo estoy pasando el 100% bien sería el peor crimen que me pudiese imaginar. A veces tengo la sensación de que tendría que fichar antes de subir al escenario.

Lo he intentado todo para que eso no ocurriese. (Y sigo intentándolo, créeme Señor, pero no es suficiente). Soy consciente de que yo, nosotros, hemos gustado a mucha gente. Debo ser uno de aquellos narcistas que sólo aprecian las cosas cuando ya han ocurrido. Soy demasiado sencillo. Necesito estar un poco anestesiado para recuperar el entusiasmo que tenía cuando era un niño.

En estas tres últimas giras he apreciado mucho más a toda la gente que he conocido personalmente que son fans nuestros, pero a pesar de ello no puedo superar la frustración, la culpa y la hipersensibilidad hacia la gente. Sólo hay bien en mí, y pienso que simplemente amo demasiado a la gente.

Tanto, que eso me hace sentir jodidamente triste. El típico Piscis triste, sensible, insatisfecho, ¡Dios mío! ¿Por qué no puedo disfrutar? ¡No lo sé! Tengo una mujer divina, llena de ambición y comprensión, y una hija que me recuerda mucho a como había sido yo.


Llena de amor y alegría, confía en todo el mundo porque para ella todo el mundo es bueno y cree que no le harán daño. Eso me asusta tanto que casi me inmoviliza. No puedo soportar la idea de que Frances se convierta en una rockera siniestra, miserable y autodestructiva como en lo que me he convertido yo. Lo tengo todo, todo. Y lo aprecio, pero desde los siete años odio a la gente en general...

Sólo porque a la gente le resulta fácil relacionarse y ser comprensiva. ¡Comprensiva! Sólo porque amo y me compadezco demasiado de la gente. Gracias a todos desde lo más profundo de mi estómago nauseabundo por nuestras cartas y nuestro interés durante los últimos años.

Soy una criatura voluble y lunática. Se me ha acabado la pasión. Y recuerda Courtney que es mejor quemarse que apagarse lentamente. Paz, amor y comprensión. KURT COBAIN. Frances y Courtney, estaré en nuestro altar. Por favor, Courtney, sigue adelante por Frances, por su vida que será mucho más feliz sin mí.
TE QUIERO. TE QUIERO.



Digamos que Kurt lo tenía todo pero no tenía nada. En el caso de Werther es diferente. Le falta Lotte, su amada. Le falta el amor. ¿Pero acaso el amor no es un suicidio? Quiero decir, nos entregamos a él, y luego cuando acaba, se extingue algo en nosotros. El suicidio es un estado permanente desde el punto de vista sentimental, ya que son pocos quienes tienen la suerte de enamorarse una sola vez en la vida y acompañarse hasta la muerte.

La mayoría buscan, encuentran, y luego viene la decepción. Tanto los cuentos como los poemas son un grito por la vida, por el amor anhelado, ¿no?

¿Será que casi todo amor es falso?, ¿será que solamente es platónico?, ¿o será que ni nosotros mismos podemos cuestionarnos sobre qué entendemos, cuándo y con quién con respecto a aquello que ya tantas veces ha sido cantado?

Vale, mi vena Werther salió a la luz. No, lo que realmente pienso sobre el suicidio, dejando atrás el amor, siendo el motivo cual sea, es que no lo veo bien. Quiero decir, cada uno es libre de hacer lo que desee con su cuerpo, con su vida, pero yo siempre lo he dicho y lo mantengo y mantendré, no veo excusa alguna para querer suicidarte. Puedo entender el deseo de querer hacerlo, porque te van mal las cosas o por lo que sea, que te puedes sentir tan oprimido que la única salida que veas es esa. Pero por muy mal que te vallan las cosas, siempre hay una salida.
Mi madre siempre me dijo algo que se me quedó grabado a fuego: si el problema tiene solución ¿porque te preocupas?, y si no la tiene, ¿porque te preocupas? Hay que mirar siempre adelante y tener fe, porque, aunque suene a tópico, la fe mueve montañas.

La única situación en la puedo admitirlo (porque yo lo pediría también si me encontrara en ella) es la eutanasia, pero ojo, solo en caso de estar siendo alimentado y mantenido por máquinas, sin ni siquiera poder saber si eres tú el que está en la cama postrado o solo una carcasa vacía mantenida artificialmente. Ese caso es el único que podría admitir, si tomamos la eutanasia como una forma de suicidio, que no lo tengo claro.

Por lo demás, no le encuentro excusa ninguna. La vida, es un don precioso y debemos vivirla hasta el final, sea cual sea la condición que nos haya tocado vivir. Y es que no sé, yo ahora veo las cosas de otra forma, no pasamos por nada que no estamos capacitados para superar, y por muy alta que nos parezca la montaña, si queremos, al final encontraremos la forma de subirla.

Que soy un poco optimista en este aspecto... pues puede (en verdad soy la cosa más pesimista de este mundo, já), y claro que es mucho más fácil decirlo que sufrirlo, puede que si algún día me ocurre algo cambie de opinión, pero eso no puedo saberlo. Solo puedo decir que pase lo que pase en el futuro, que la vida da muchas vueltas y nunca sabemos dónde vamos a terminar... nunca nada en esta vida podrá ser excusa para que alguien quiera quitarse la vida, debemos aprender a tomar las cosas con resignación y vivir lo que mejor podamos con lo que tenemos.

Yo nunca he sentido el deseo de suicidarme, además de que me parece cobarde (pero valiente a su vez): si, tú te mueres y se te acaban los problemas, pero ¿y tus amigos, tus familiares...? Les dejas a ellos todo el marrón. Como diría mi madre cuando me ve llorando por alguno de mis problemas y quejándome de que no puedo: "no hija, no, apechuga con las consecuencias y sal para adelante", y es que supongo que veo las cosas de forma distinta a Werther, aunque bueno, tampoco me he encontrado en mi vida en ninguna situación así.

Mucha gente, sobretodo influenciado por ideas religiosas, o por sus propias opiniones, opina que suicidarse es de cobardes y que la postura más fácil y cómoda que hay, que lo valiente, duro y difícil es seguir viviendo.
Entonces, con esas razones están reconociendo que esta vida es negativa y asquerosa, y que por eso tienen valor de seguir viviendo.
Y yo pienso que el matarse no es de cobardes, ¿has pensando en lo difícil y el valor que hay que tener para quitarse la vida? Y digo yo, ¿por qué tenemos que sentirnos obligados a vivir una vida a la fuerza, si no nos gusta y somos libres y dueños de nuestra vida?

Pienso que si realmente deseas suicidarte es porque te has cansado de luchar, y eso no debemos hacerlo nunca. Si realmente deseas salir de ese atolladero, al final, encontrarás la salida. Tenemos que ser consecuentes con lo que nos toca vivir, y vivirlo lo mejor que podamos.

Por otro lado, ¿sabíais que el suicidio se encuentra entre las tres primeras causas mundiales de muerte en personas de 15 a 44 años y que se estimó que para el año 2020 la cantidad de estos hechos crecerá un 50 por ciento, hasta alcanzar 1,5 millones de muertes anuales? Y es que el suicidio está muy presente en estos días, no se me haría extraño ver otra de esas imágenes de cortes en las muñecas por las redes sociales, o simplemente buscando "suicidio" en google, saliendo bastantes resultados de blogs contando la vida de alguien que pretende quitarse la vida. Son como Werthers modernos, en vez de cartas, en un blog. Desde mi forma de ver, la gente que hace esos "intentos" lo hace para llamar la atención. Si se quisiera suicidar de verdad, buscaría la forma de que nadie se lo pudiera impedir (o por lo menos así lo haría yo).
Por supuesto que cada persona es un mundo y cada uno ve la vida de una forma distinta. Lo que para unos es un sacrilegio, para otros es una bendición.
No digo que haya que apoyarlo ni alentar a la gente a hacerlo, simplemente intentar comprender la situación de la persona y obtener la mayor información posible antes de hacer un juicio, porque cada uno es libre de hacer lo que le quiera, y yo no voy a comerme la cabeza con lo que hacen los demás.
Puede que haya sonado muy nazi, pero hace tiempo que he dejado de preocuparme por la gente en general, solo conseguía angustiarme más. Ahora me preocupo por las personas que me merecen la pena: amigos, familia, y poco más.


Pero pienso que en el Romanticismo lo del suicidio era visto con un aire romántico y ante los desamores les daba por suicidarse. Y por muy duro que suene, pienso que el Efecto Werther convirtió el suicidio en una moda más.

Por desgracia parte de ese aire del Romanticismo ha sobrevivido formando la moda emo. Dejando a un lado la naturaleza de Werther, estos prefieren irse al lado oscuro. Literalmente. El negro es fundamental en sus vidas. Pero sinceramente lo de que una persona sea emo se ha perdido. Al menos eso pienso. El pensamiento del suicidio se ha pasado, quiero decir, si quieres suicidarte no es precioso que seas emo. Más bien viene a ser una moda de estilo de ropa.

Aún así, el negro tiene asignado muchos de estos sentimientos: oscuridad, tristeza, pesimismo,... Así que sí, podemos tenerlo en cuenta. ¿Que a qué viene esto? Bueno, desde un principio Werther me hizo pensar en una película polaca que vi hace tiempo. Miento, en verdad me hizo pensar en dos: Suicide Room -de la que hablaba- y Chatroom. Esta última también trata el tema del suicidio (la recomiendo), pero veo más similitud a Werther con Suicide Room.

Bien, pues la película trata sobre un joven, adolescente, que su vida iba bien (como el inicio de la novela de Werther, su vida comienza alegre), pero, resulta que... digamos que se "cuela" por un chico con el que en un reto tenía que besar. Pero ese chico no siente nada por él, es más, destroza sus sentimientos de la forma más cruel.
Digamos que entre eso, el poco caso que le hacen sus padres, más la página web que encuentra con gente con deseo de suicidarse, cae en picado. Por lo que se introduce en el mundo de internet, donde esa gente intenta convercerle de que el suicidio esta bien, así resuelves tus problemas, es una liberación. Al principio el chico, llamado Dominik, no esta de acuerdo.


Total, retomando lo de antes, Dominik cambia, de pensamiento y de aspecto. Sí, emo.


Y como decía antes, sus padres no le hacen caso. Quiero decir, era un chico rico. Lo tenía todo, y no tenía nada. No tenía el aprecio de nadie, y por eso se sumergió en el mundo de un juego online de "suicidas", donde escuchan sus problemas. Y Dominik conoce a una chica, de la cual acaba prendado, y con la cual se cita. Antes de eso, decir que su sentimiento de soledad era extremo, a tal punto en el que se hace daño así mismo.


Pero su soledad llega a tal punto en el que, ya no es que este solo, si no que quiere estar solo. Se aisla, no sale de su cuarto, se mantiene a oscuras, lo único que le mantiene con vida es el portátil para hablar con aquella chica tal, y como Werther, aislándose de la sociedad en el caimpo.







Y al igual que Werther, un anhelo a quitarse la vida pasa por su cabeza antes del esperado final.




Sensible como Werther.


¿Como termina? Bueno, teniendo en cuenta su soledad, se cita con la chica con la que habla desde el portátil en un bar, pero esta no acude. Sus padres -preocupados por él tarde, cuando cosas graves le habían sucedido-, acaban con el internet. Y sin esa gente del juego y sin la chica, siente que su vida no tiene sentido. 
Creo que esto incluso le pasa a Werther. El suicidio no se realiza porque sí, creo que antes de esto tienes que formularte muchas preguntas tipo "¿Por qué me pasa esto a mí?" "¿Por qué no puede alguien ayudarme?" "¿Por qué no lo entienden?" "¿Por qué no puedo ser feliz?" "¿Por qué estoy tan jodido?" "¿Por qué no puedo olvidarme de ti?" "¿Por qué me tratas como a una mierda?" "¿Por qué mientes?" "¿Por qué nunca consigo que respondas mis preguntas?" "¿Por qué yo?" "¿Por qué nosotros?"

Y al final, no exactamente como Werther, acaba con su vida, en el baño del bar por una sobredosis de pastillas (no sé si pedir disculpas por el spoiler. Como si el título de la película no diera ya muchas pistas de por sí, ¿no?). 



¿Que por qué os he contado la película con detalles? Pues bueno, se supone que "no nos gusta leer cosas antiguas". Pero a veces no son tan antiguas. A veces siguen permaneciendo hasta nuestros días, como es el caso.

En conclusión, como el dicho dice "el tiempo todo lo cura", y cuando no es así, es que los mecanismos de la mente han fallado y esa persona está sumida en una depresión profunda y cualquier día puede hacen una tontería si no se le trata. Y por esto no sería un acto de cobardía, de hecho, desde mi punto de vista, quitarse la vida es algo muy valiente. Pero con el tiempo las cosas cambian, así que, ¿por qué no darte un tiempo y intentar arreglar tu vida conociendo a otras mujeres, Werther? ¿Por qué no esperar y intentar quedar con la chica de nuevo, Dominik?

lunes, 24 de noviembre de 2014

¿Quién mató a Romeo y a Julieta?

¿Quién es el responsable de la muerte de Romeo y Julieta? ¿Fueron ellos mismos? ¿Fray Lorenzo? ¿El príncipe?
Convirtiéndonos en detectives, cual Sherlock Holmes, aquí va mi versión, “¿Quién mató a Romeo y Julieta?”. Donde descubriremos quien “mató” a los famosos amantes de la trágica obra de Shakespeare.


Una mañana a últimos de noviembre de 1597, me desperté y vi a Sherlock Holmes completamente vestido, de pie junto a mi cama. Por lo general, se levantaba tarde, y en vista de que el reloj de la repisa sólo marcaba las tres de la mañana, le miré parpadeando con una cierta sorpresa, y tal vez algo de resentimiento, porque yo era persona de hábitos muy regulares.

―Lamento despertarle, Watson ―dijo―, pero esta noche nos ha tocado a todos. A la señora Hudson la han despertado, ella se desquitó conmigo, y yo con usted.
―¿Qué es lo que pasa? ¿Un incendio?
―No, un cliente. Parece que ha llegado una señorita en estado de gran alteración, que insiste en verme. Está aguardando en la sala de estar. Ahora bien, cuando las damas vagan por la metrópoli a estas horas de la noche, despertando a la gente dormida y sacándola de la cama, hay que suponer que tienen que comunicar algo muy apremiante. Si resultara ser un caso interesante, estoy seguro de que le gustaría seguirlo desde el principio. En cualquier caso, me pareció que debía llamarle y darle la oportunidad.
―Querido amigo, no me lo perdería por nada del mundo. No existe para mí mayor placer que seguirte en todas tus investigaciones y admirar las rápidas deducciones, tan veloces como si fueran intuiciones, pero siempre fundadas en una base lógica, con las que desentrañas los problemas que se te plantean.

Me vestí a toda prisa, y a los pocos minutos estaba listo para acompañar a mi amigo a la sala de estar. Una dama vestida de negro se encontraba allí en un lamentable estado de agitación, con la cara pálida y los ojos rojos ―seguramente de haber llorado―. Sus rasgos y su figura correspondían a una mujer de cuarenta años, aunque su cabello presentaba prematuras mechas grises, y su expresión denotaba fatiga y agobio. Sherlock Holmes la examinó de arriba abajo con una de sus miradas rápidas que lo veían todo.

―Buenos días, señora ―dijo mi amigo animadamente―. Me llamo Sherlock Holmes. Este es mi íntimo amigo y colaborador, el señor Watson, ante el cual puede hablar con tanta libertad como ante mí mismo. Veo que se ha fallecido un conocido suyo. Le acompaño en el sentimiento.
―¿Cómo lo ha sabido? ―dijo tomando una bocanada de aire―. ¿Es que me conoce usted?
―No, pero me he fijado en su oscuro atuendo que lleva. Se trata de simple deducción. También sé que ha venido aquí a toda prisa, a mi deducir, corriendo por su respiración agitada.

La dama se estremeció violentamente y se quedó mirando con asombro a mi compañero. Este sonrió.

―Ha acertado usted en todo ―dijo ella―. Salí de palacio corriendo hasta usted. Señor, ya no puedo aguantar más esta tensión, me volveré loca de seguir así.
―Le ruego que nos exponga todo lo que pueda servirnos de ayuda para formarnos una opción sobre el asunto.
―¡Ay! ―replicó nuestra visitante―. El mayor horror de mi situación consiste en que mi querida señorita ha muerto. Pues le explicaré desde un principio: el señor Capuleto, padre de mi señorita, organizó una fiesta. Allí, el joven apuesto Romeo interfirió en los sentimientos de mi señorita, ¡ah, sí! De nombre Julieta, muy bella. Antes de esto, he de decir que mi señorita era tan solo una niña, el gran príncipe Paris interesado en ella. Pero viendo el amor de mi señorita en sus ojos por aquel joven, que no era más que el único heredero de infame estirpe, Montesco, me compadecí de ella y decidí ayudarla a comprometerse con el joven Romeo, casándose ambos a escondidas. Yo solo quería la felicidad de mi niña, pero entonces, ocurrió el mal de los males, ¡Romeo mató a Teobaldo! Teobaldo, primo de Julieta, sangre de sangre y lo mató. Mi señorita lloraba, lloraba a lágrima suelta, y no por Teobaldo, sino por Romeo, quién fue desterrado por el Príncipe, toda una tragedia para mi niña, quien lloraba por su amor. Y no suficiente con esto, el señor Capuleto obligó a mi señorita a casarse con el príncipe Paris, quien dispuesto estaba, pero mi señorita, ocultando su amor, se negaba, pero dándole consejo de que Paris le convenía más que Romeo y yendo a confesarse a Fray Lorenzo, la señorita aceptó al matrimonio con el príncipe. ¡Pero desgracia la mía cuando el día de la boda yo fui a despertarla y muerta se hallaba! Y no solo con esto que, al día siguiente, mi señorita, derramando sangre caliente de su pecho se hallaba muerta, ¡y junto a ella muerto se hallaba Romeo también! ¡Y yo no entiendo como tal desgracia pudo suceder! ¿Por qué he vivido yo para ver esto? ¡Aciago día!
―Tranquilícese, señora. Lo único que puedo decir es que tendré un gran placer en dedicar a su caso toda mi atención. Dígame, señora, ¿a qué se debía tanto secreto entre los amantes? ¿El señor Capuleto no le permitía a su hija casarse con otro que no se tratase de Paris?
―No, mi señor. Odio, rencor, y venganza entre familias hay, Montesco y Capuleto. Su relación era imposible a ojos de estas.
―Hmm. Watson ―me llamó mi compañero, dirigiéndose hacia mí―, como de su señorita Julieta como de su amante Romeo no podemos saber, lo mejor será interrogar a los vivos. Nuestros sospechosos son: Paris, el señor Capuleto y Fray Lorenzo.
―Paris muerto está también, señor ―aclaró la señora.
―¿Así que tres cadáveres?
―Cuatro.
―¿Cuál es el último?
―Mercutio, amigo de Romeo. Dicen que Teobaldo lo mató.
―Entendido. ¿Algo más que deba de conocer, señora?
―No que yo sepa.
―Muy bien, Watson, en marcha.

Mi compañero, que muy buen deductor era, se dirigió a la celda de Fray Lorenzo, quien se supone que fue el último que vio a Julieta viva por última vez en su primera muerte. Una vez llegamos allí, un joven nos abrió.

―¿Ustedes son…?
―Sherlock Holmes. Aquí mi compañero Watson.
―Aquí Benvolio ―se introdujo el joven muchacho―. ¿Buscáis a Fray Lorenzo? Porque no se halla aquí. Se halla en palacio debido al asunto de Romeo.
―Oh. ¿Sabes tú algo de lo ocurrido, Benvolio? ―preguntó astutamente Sherlock.
―Bueno, algo debo de saber, al fin y al cabo soy primo de Romeo. Pero no, sé lo que se cuenta en las calles. Lo único que sé seguro es que mi primo estaba desterrado, estaba en Mantua, no sé cómo pudo aparecer por aquí.
―Si el Príncipe lo desterró, sería por algo, no veo que le importara mucho, pues le volvió a desobedecer una segunda vez.
―No, te equivocas. Mi primo no hizo nada. Nosotros, Romeo, Mercutio y yo, fuimos a la fiesta de los Capuleto, sabiendo que era de los Capuleto, sí. Fuimos porque Romeo quería ver a su querida Rosalía ―dijo burlón―. Teobaldo estaba allí, pero nosotros no hicimos nada. El fue quién acudió a nosotros. Mi primo mató a Teobaldo porque se lo merecía. ¡Él vino en busca de pelea! ¡Él era quien quería matar a Romeo! Pero en vez de este, mató a Mercutio. Mercutio, quien defendió a Romeo, pero que por culpa de este, quien trataba solo de calmar la pelea, acabó herido, y con ello, muerto. Mercutio, amigo de Romeo, y así fue como se desató la ira de mi primo y acabó con Teobaldo. Todo es culpa de ese Capuleto.
―¿Qué ocurre aquí? ―me volví de inmediato al escuchar aquella ronca voz, proveniente de un señor ya con sus años que, por sus ropajes, supuse que era Fray Lorenzo.
―¿Es usted Fray Lorenzo? ―dedujo mi compañero en voz alta tal y como yo.
―Así es. ¿Necesitan confesar algo?
―No exactamente. Sé que Julieta vino a usted por última vez antes de su muerte ―¿Sherlock intentaba acusarle? ¿Sin saber si él era el culpable aún? Sin duda nunca entendería la cabeza de este señor.
―¡Oh, Virgen santísima! Yo no la maté, si es lo que intenta decir.
―¿Entonces a que acudió Julieta a usted aquel día?
―Le diré la verdad, puesto que las mentiras solo dan más problemas, y brevemente, porque la corta vida que me queda no consiente largas relaciones. Romeo se había desposado con Julieta. Yo mismo los casé, el mismo día que murió Teobaldo. Esta muerte fue causa del destierro del desposado y del dolor de Julieta. El señor Capuleto creyó mitigarla, casándola con Paris. En seguida vino a mi celda, y loca y ciega me rogó que buscase una manera de impedir esta segunda boda, porque si no, iba a matarse en mi presencia. Yo le di un narcótico preparado por mí, cuyos efectos simulaban la muerte, y avisé a Romeo por una carta, que viniese esa noche en la que ella despertaría, para que así me ayudara desenterrarla. Fray Juan, a quien entregué la carta, no pudo salir de Verona, por súbito accidente. Entonces me vine yo solo a la hora prevista, para sacar a Julieta del mausoleo, y llevarla a mi convento, donde esperase a su marido. Pero cuando llegué, pocos momentos antes de que ella despertara, hallé muertos a Paris y a Romeo. Despertó ella, y le rogué por Dios que me siguiese y respetara la voluntad suprema. Ella, desesperada, no me siguió y-…
―Y se dio la muerte ―concluyó Sherlock―. Muchas gracias por su confesión, Fray Lorenzo. No diré nada de esto. Vamos Watson, ya estamos cerca de descubrir el misterio.

Estaba amaneciendo ya, pero Sherlock, como siempre, no se daría por vencido hasta acabar con aquella misión. De la celda, fuimos a la escena del crimen, el sepulcro de los Capuleto. Allí estaban, efectivamente, los dos cuerpos muertos que por las descripciones de los testigos los identifique como el de Julieta, con una daga clavada en pecho de donde se hallaban restos de sangre; y el de Romeo, de cuerpo inconsciente al lado del de la muchacha. Sherlock, se acercó a ver los cadáveres más de cerca mientras que yo, que hacía como si esperase a mi amigo, escuchaba una conversación ajena en la que supuse que el paje de Paris hablaba.

―¡Se puede saber qué hace usted tocando el cuerpo de mi hija?! ―retumbó de repente una voz grave en la sala. Y sí, a quien iba dirigido eso era a Sherlock.
―Solo quería comprobar si se trataba de un suicido tal y como me pensaba ―respondió tranquilamente este.
―Ahora que iba a casarse con el príncipe Paris… ¡incluso los músicos ya habían llegado a palacio! ―se lamentaba Capuleto por lo alto.
―Sherlock ―me acerqué cautelosamente a él―. He escuchado a un paje hablar de su amo. Dice que este último fue para dejar flores sobre el sepulcro de su amada pero que después llegó un caballero que quería entrar en el sepulcro también, y empezaron a luchar cuando él se fue a pedir auxilio. ¿No serían estos Paris y Romeo?
―Efectivamente, mi querido Watson. Yo en tu lugar he escuchado al criado de Romeo. Fue él quien le dio la noticia de la muerte de Julieta. Y por eso vino a toda prisa aquí, al cementerio. Ya sé quién es el culpable, Watson.
―¿Quién?
―Ahora lo sabrás. Acompáñame.

No muy lejos de allí se encontraba el palacio del Príncipe. Todo ocurrió muy rápido, o simplemente me encontraba tan agotado por no dormir lo suficiente que no le di importancia a lo que Sherlock hacía. De repente, la sala principal del palacio del Príncipe de Verona se llenó de los testigos del caso, junto con más gente. Mi compañero avanzó unos pasos hasta quedar frente al trono donde el Príncipe se hallaba y comenzó a hablar, alzando la voz:

―Bien, su majestad ―Sherlock hizo una reverencia―, familia Capuleto, familia Montesco; todos estamos aquí por una razón: conocer al culpable de la muerte de los hijos de ambas familias. Pero, ¿y si os dijera que tanto todos como nadie es el culpable?
      En primer lugar, tú ―dijo señalando al señor Capuleto― y tú ―esta vez señaló al señor Montesco―, de vuestro odio surgió el amor. Pero vuestro odio superó a tal sentimiento, tal que dio la muerte de vuestros hijos.

      Pero no todo comenzó así. Empecemos por Romeo. ¿Sabíais que Romeo se encontraba enamorado de una tal “Rosalía”? Quién pertenece a los Capuleto. Relación por la que el tono de voz de Benvolio, supe que no era de su gusto. Benvolio, si no deseabas a tal Romeo enamorado, ¿Por qué ir a la fiesta de los Capuleto? Porque no fue un error. El criado, que era analfabeto, puso en manos de Romeo tal información sobre la fiesta y sus invitados ―Sherlock justo paso su mirada de Benvolio a otro adulto―, ¿nada que decir, Capuleto? ¿Es que tan difícil era hacer invitaciones para todos los invitados?
      Pero aún así, de ahí no radica el problema, puesto que vosotros ―y volvió a fijar la vista en Benvolio, el único que quedaba vivo― sabíais que se trataba de una fiesta de la familia opuesta y por esto os sumergisteis en ella, usando unas máscaras para no ser reconocidos. Tal vez si ustedes no hubieran asistido a la fiesta, Romeo seguiría con vida, sentimental por su amor a Rosalía ―o no, quien sabe―, quien no estaba interesada en el joven, pero con vida.

―¿Cómo ha descubierto toda esa información? ―preguntó Benvolio, quien se veía sorprendido a la vez que asustado.
―Mi trabajo es saber lo que la gente no sabe ―respondió Sherlock, tranquilo como siempre―. Por consiguiente, Teobaldo Capuleto, no presente, también fue culpable de esta muerte.

      ¿A que vino toda esa ira por la simple presencia de Romeo en la fiesta? ¿Acaso él había hecho algo malo? Y el señor Capuleto está aquí como testigo de ello, y quien pudo calmar al joven Teobaldo, pero no por mucho, pues una vez acabada la fiesta fue en busca de Romeo. Pero no nos saltemos pasos, aún en la fiesta, surgió el “amor a primera vista” entre los dos jóvenes, Romeo y Julieta. El amor es algo común, ¿cierto? Y también es ciego, pues sabían de su mal pero no quisieron detenerse. Tal y como escuché decir a Fray Lorenzo: “el amor de los jóvenes nace de los ojos y no del corazón”. 

      En fin, así fue como el inocente y joven saltamontes saltando entre las hierbas sin conocer aquellos lugares acabó atrapado por la lengua del oculto camaleón. Inocente Julieta que con las dulces palabras de Romeo cayó rendida a sus pies, y enamoradizo Romeo que tal belleza como lo era Julieta lo deslumbró, queriendo que fuese suya. Y es que, ¿cómo un beso, un mero roce de ardientes labios que compartieron, pudo convertirse en una boda al día siguiente? Y aquí el balcón de Julieta es testigo de ello. Ese triste balcón, ahora sin dueña, al que nadie presta atención, fue el único testigo de la noche en la que Romeo acudió clandestinamente a ver a Julieta, dejando así a su amigo Mercutio y a su primo Benvolio sin saber de su paradero, pues se hallaba allí.

      Ambos, Romeo y Julieta, se murmuraron las más arrebatadas palabras de amor con la voz llena de anhelo, una necesidad loca, enfermiza por lo que veo, de estar el uno junto al otro. Podríamos considerar al balcón como otro de los escenarios del crimen, justo en el momento en el que Julieta y Romeo se confesaron amor y se separaron esa noche, con la idea de volverse a ver de inmediato como con la idea de casarse, pasara lo que pasara.

       Y entonces, tanto Fray Lorenzo como la ama de Julieta hicieron posible este matrimonio,  añadiendo así otra escena del crimen en la celda del Fray. Ambos ayudándoles a pesar de intuir las consecuencias que esto podría llevar a cabo, pero con la esperanza de que tuviera un final feliz, tanto para los amantes como para las familias.

      Pero esa boda no se convirtió en el deseado  lazo de amistad extinguidor del rencor de los Montesco y los Capuleto como Fray Lorenzo anhelaba. Y no solo con eso, el día empeoró y se sumó un nuevo escenario del crimen: las calles de Verona con la sangre de Mercutio y Teobaldo. ¿Quién es el culpable de estas muertes? Pues los mismos fallecidos. En primer lugar Teobaldo, el rey de los gatos, por ir en busca de pelea contra Romeo, a quien le tenía una gran tirria por el simple hecho de haberle visto con su prima Julieta, desconociendo lo sucedido entre ellos; y Mercutio, pues una vez que Romeo rechazó el combate (ya que Teobaldo era familia de su amada), su amigo no satisfecho con esto, ofreció pelea a Teobaldo, quien aceptó. ¿Pero deberíamos acusar a Romeo del causante de la muerte de Mercutio? Ya que Romeo, en un intento de detener la pelea, se interpuso entre las espadas, pero por debajo de su brazo, Teobaldo asestó una estocada que arrebató la vida a Mercutio, dando esto lugar a una de las armas posibles que Romeo tenía para su propio suicido: el destierro.

―¿Es cierto que usted puso una orden que trataba en que no hubiese conflictos en las calles de Verona, su majestad? ―preguntó Sherlock al Príncipe.
―Así es.
―Orden que Romeo recordó a Mercutio y Teobaldo, pero estos, no quisieron escuchar ―mi compañero, quién poseía toda la atención de todo el establecimiento señaló al señor Capuleto―. Dígame, ¿cómo se sentiría si matasen a su mejor amigo?
―Dolorido. Por lo que intentaría buscar el porqué de su muerte.
Sherlock negó con la cabeza.
―Efectivamente, si supiese la causa de su muerte, su principal objetivo sería matar a quien lo mató como signo de venganza. Y esto es lo que ocurrió con Romeo, Príncipe ―volvió a dirigirse al nombrado―. Y con el destierro que le otorgó solo hizo poner una barrera entre los amantes, quienes no podía vivir el uno sin el otro. Pero esto no fue la causa definitiva de su muerte. Fray Lorenzo y la ama de Julieta les hicieron ver que aquel no era el fin, por lo que se mantuvieron con vida. Sin embargo usted ―señaló a Capuleto―, acabó con las esperanzas de su hija de una forma radical. En primer lugar, ¿Qué clase de padre no se hubiera dado cuenta de todo lo que su hija llevaba a escondidas? Tal vez si hubiera habido más confianza tanto en los Montesco como en los Capuleto con sus hijos, ellos os hubieran contado de sus problemas y tal vez así hubierais podido solucionar el problema desde un principio, sin necesidad de muertes. Pero no, mejor que eso era obligar a la joven Julieta a la fuerza a que se casara con el príncipe Paris, como fácilmente se deduce, por intereses. Usted no vio como era Paris y así descubrir como trataría a su hija, no, usted vio el dinero y su alto estado en la nobleza, dado que le príncipe Paris tiene relación con el Príncipe. Paris con el mismo interés, aunque más que dinero yo diría belleza puesto que Julieta y usted apenas se conocían el uno al otro, ¿cierto Paris? ¿Y de donde surge ese amor? ―dejó Sherlock la pregunta en el aire―.

      Y así fue como Julieta acudió a Fray Lorenzo, dispuesta a quitarse la vida si no había una solución para que el segundo matrimonio no sucediera, ya que su padre le dijo que dejaría de ser su hija si el matrimonio con Paris no establecía. Y el Fray, ocurriéndosele un buen plan, le ofreció una ampolleta con el fin de parecer muerta pero sin estarlo el día de la boda. Por supuesto, el Fray lo hizo con buen intención, pero el plan le salió mal debido a que el mensaje para Romeo sobre la dormida Julieta que le llevaba Fray Juan no llegó, ya que le surgieron otros asuntos. ¿Deberíamos por ello acusar a Fray Juan como posible asesino de los amantes? ¿O ese puesto debería ser a Baltasar, quien estropeó el plan por completo avisando a Romeo de la muerte ―que no era muerte― de su amada?

      Pero sin duda, os faltan las últimas armas, el último “asesino”. Y es que antes, cuando estaba investigando en la sepultura de los Capuleto, me di cuenta de que por los labios de Romeo había pasado cierto veneno cuyo olor desprendía de su boca. Dígame Príncipe, ¿no está prohibida la venta de ciertos elixires que dan con la muerte en segundos?

―Así lo ordené yo. Y solo hay un boticario en esta villa que posea tales.
―El mismo al que le compró Romeo, ya que este no quería vivir si su amada tampoco lo hacía, pero que desconocía que esta no estaba realmente muerta. Y así fue como Julieta, llevándose una sorpresa al ver a su esposo muerto, decidió quitarse la vida ella también, esta vez de verdad, tomando la daga de Romeo y clavándosela en el corazón.
―¿Cómo ha descubierto tales hechos? ―le interrogó el Príncipe a mi amigo con una expresión de sorpresa en su rostro.
―Los pequeños detalles siempre son los más importantes, Príncipe.

      Por lo que así, terminado el misterio de esta historia, ¿no podríamos decir que los culpables de este crimen no son más que Romeo y Julieta? Al fin y al cabo, fueron ellos los que decidieron llevar a cabo su muerte. El amor a veces puede convertirse en una enfermedad. Y ambos estaban enfermos por la necesidad y el anhelo infinito, urgente y salvaje de estar juntos. Una deformidad de su alma. Pero, cuando los acontecimientos se hicieron finalmente irremediables… cuando ya no les separaba únicamente un estúpido desacuerdo entre familias, si no la helada garra de la muerte, de la que nadie regresa a pesar del inmenso e inalcanzable amor, ya no les importó nada más. El destino los unió, pero el mismo no quiso seguir alimentando la existencia de dos seres tan egoístas, porque ni a Romeo ni a Julieta les importaba lo que les ocurriese a la gente a su alrededor, como si el mundo no existiera de repente. Mientras estuvieran juntos, nada importaba. Y por eso su amor, más grande que la vida y la muerte, tenía que ser borrado de la faz de la tierra. Por ser el único en la historia de la humanidad que era verdaderamente incondicional hasta las últimas consecuencias, y totalmente desprovisto de cordura. Porque nada en el mundo era importante, salvo estar juntos. Porque el destino es el que baraja las cartas, pero somos nosotros los que jugamos. Y Romeo y Julieta quisieron jugar así. 

¿Y qué decir de esta conclusión? En definitiva, da igual las leyes de Verona, del universo, de la vida o de la muerte, de alguna manera, Romeo y Julieta seguirían unidos por siempre jamás. Y eso es lo que importa, no quien los mató.


domingo, 23 de noviembre de 2014

La vida es como una obra de teatro~


El teatro, como el arte o la música, es uno de los elementos fundamentales de nuestra civilización, ¿o si no como me explicáis que haya perdurado hasta ahora? Sin embargo, hay muchas personas que creen que el teatro no es importante porque hay formas más inmediatas de entretenimiento como el cine, la televisión, etc. ¿No os resulta esto un poco debate? “¿Cual es el más importante, el cine o el teatro?”. En mi opinión, resultaría un debate estúpido. Al fin y al cabo, la misión del teatro y del cine  es la misma: contar una historia. Pero eso sí, que sepáis que el teatro tiene más mérito. El teatro está vivo. Cuando ves una obra teatral, está sucediendo delante de tus ojos, en directo, e incluso los actores pueden improvisar y eso solo lo hace más emocionante. Pero claro, pensamos en hoy en día. Decidme, ¿a qué os invitan vuestros amigos?, ¿a ver una película en el cine o a ver una obra en el teatro? Y es que resulta triste que uno de los mayores artes del mundo como el teatro se esté perdiendo por culpa de la cinematografía, y no con esto estoy diciendo que no me guste esta última.


Es solo que, si lo pensamos bien, el cine ha nacido del teatro. Ambos con el objetivo de entretener, ¿pero no resulta más falso el cine respecto al teatro? El cine te da lo que el director quiere que veas, centrando los planos, usando efectos especiales, modificando la realidad. Resulta como más irreal; no obstante, el teatro resulta más natural.


Y es que, es por esto que pensamos que el teatro no está presente en nuestras vidas, que es algo antiguo, pues vivimos en una civilización tecnológica, en una sociedad caracterizada por una abrumadora presencia de modernos dispositivos tecnológicos que, al igual que acortan distancias entre las personas, nos alejan de la realidad.


Sin embargo, el teatro está muy presente en nuestras vidas aunque no lo creamos. Al menos en mi caso, que ya desde pequeña me sumergieron en el mundo de la interpretación. Lo recuerdo bastante bien. Fue en un pueblo diferente al que vivo, Gualchos, donde vive mi tía, en el que fui la protagonista ―sí, puede resultar increíble, pero era pequeña y en aquellos tiempos mi único deseo era llamar la atención― de una interpretación de La ratita presumida cuando era simplemente una niña, creo que con el objetivo de recaudar dinero para algo. Puede sonar incrédulo, pero lo que más recuerdo de aquel momento es a mí, vestida de ratoncita, barriendo y canturreando Tra, lará, larita, limpio mi casita, tra, lará, larita, limpio mi casita; y es que según mi madre, era mi parte favorita. Antes de que llegara el día, me pasaba el día practicando esa parte en mi casa. El caso es que me metía en el papel, porque en ese entonces yo era muy coqueta. 

Pero mi momento de gloria terminó ahí. Me he disfrazado para el colegio en muchas ocasiones: de pastorcilla, de faraona, de bruja… y recuerdo muchas canciones interpretadas para el día de la Paz, de la mujer, de Andalucía y más delante de todo el colegio organizadas por nuestro profesor de música, Nacho; pero ninguna se asemeja tanto a lo que es una obra teatral como la de la Ratita Presumida. Tal vez una actuación de danza sincronizada en aquellos tiempos en los que yo daba clases de baile ―salsa en concreto―, o en el coro de navidad (que podríamos asemejar con un musical).



Pero todo ese atrevimiento que poseía de niña se esfumó ―no me preguntéis porqué, ni yo misma lo sé―, pero, creo que el destino quiso darme una nueva oportunidad en primero de ESO que, por culpa de amistades, me apunté a crear una representación de Romeo y Julieta ―mi madre alucinando―. Simplemente deciros que aguanté bastante. Me tocó el papel de la ama de Julieta, y claro, en esa época ni siquiera conocía la obra, solo sabía que Romeo y Julieta se amaban, así que yo solo memorizaba mis diálogos en casa sin entender la situación de la obra, luego llegaba al instituto a las cinco de la tarde y, todo lo que me sabía palabra por palabra ―os juro que tengo buena memoria― se me eliminaba por completo del cerebro. Me quedaba en blanco absolutamente. Me convertía en tal tomate que incluso tartamudeaba mientras leía, y yo pensaba “si esto me pasa aquí con los que se suponen que son mis compañeros, el día que lo tenga que hacer delante del público me da algo”. Así que sí, lo dejé con la escusa de “es que tengo muchas cosas que estudiar, no tengo tiempo para venir ―pura mentira―” pero la verdadera razón digamos que era mi… miedo ―no creo que fuese miedo, sino más bien la señora vergüenza― escénico.



Pero no creo que lo haya dejado por completo. En mi tiempo libre participo en roles por internet que, aunque sea mediante palabras, interpreto personajes y, al igual que un actor, siento como si llevase varias vidas. Para ser un buen actor en teatro debes meterte en la piel del personaje y, aunque no es mi caso, lo he visto en muchas representaciones.

Hipólito y Fedra
Sabe Dios cuantas representaciones he visto en el salón de actos de mi colegio de primaria y en el auditorio de mi pueblo: La vida es un sueño, El Kiosko, Alicia en el país de las maravillas, El mago de Oz, e incluso en inglés, como The Time Machine.
La más reciente que recuerdo haber visto fue una el año pasado, con mi clase de griego y latín, llamada Hipólito, la cual disfruté mucho porque me encanta la mitología y esa obra era justo eso. ¿Sabíais que ―al igual que pasa con Romeo y Julieta con el coro al inicio de la obra― los griegos ya presentaban como acabaría la obra desde un principio? En este caso, era la diosa Afrodita, que decía el destino de Hipólito nada más empezar la obra, que sería su muerte por parte de su padre. No sé vosotros, pero a mí me pareció un dato curioso. Ahora en la actualidad, con las películas, lo que queremos de la película es seguirla para conocer su final ―¿acaso hay alguien que no odie que le hagan spoiler?―, pero antiguamente, el objetivo del teatro era hacer interesante una historia ya conocida.


Y no solo sé del teatro por la educación, también tengo unos vecinos ―solo en verano― de la Zubia que realizan obras de teatro (Grupo Aral), pero de tema religioso, es decir, de historia sacadas de la biblia, algo así. Sí, lo sé, muchos pensaréis “aburrimiento” pero no exactamente. En mi caso, la biblia y yo no tenemos una conexión muy especial que digamos, pero la forma en que interpretan es muy divertida a la vez que didáctica. Pero, sobre todo, lo que más me gusta cuando voy a verlos, es lo mucho que se divierten sobre el escenario, porque se nota. Hay niños pequeños, más mayores, adolescentes, adultos, incluso de la tercera edad y todos son como una gran familia que disfrutan interpretando.



Y si no fuera suficiente con esto, cuando viajé a Inglaterra, pude disfrutar de un inesperado baile en las calles de Londres, conocido como "flashmob"Tal vez este no sea uno de los subgéneros del teatro pero, ¿y por qué no considerarlo como tal? Al fin y al cabo, es una interpretación en tiempo real que entretiene y fascina.



¿Veis? Todo eso ―y lo que mi memoria no recuerde― en 17 años. El teatro influye mucho en nosotros. Desde mi punto de vista, es como que la novela describe los sentimientos, que la poseía trasmite de forma bella por medio de las palabras y que en el teatro se interpretan, se sienten mediante los actores. Así que, si leer “sigue estando de moda”, ¿por qué no ir al teatro? Al igual que para un libro, puedes elegir: tragedia, comedia, musical… así que, ¿Por qué no?
Al fin y al cabo, como en la novela pasa, el teatro hace que olvidemos nuestros problemas para sumergirnos en otros de una historia. Si tal y como Federico García Lorca decía: “el  teatro es poseía que se sale del libro para hacerse humana”.